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Petróleo y Geopolítica.


 Petróleo y Geopolítica. 

Por Carlos Mendoza Pottellá 

Abordar el tema propuesto con este título obliga a una exploración del proceso histórico que ha determinado las características contemporáneas de la industria del petróleo y su inserción en el escenario geopolítico global, entendiendo como tal, el espacio en el que se dirimen los intereses contradictorios de los Estados nacionales, sean grandes potencias o no. Al hacerlo, consideramos también ineludible hacer referencia a los procesos y conflictos económicos que determinan la dinámica interna de esa industria y condicionan el comportamiento de los protagonistas del mencionado escenario. Todo ello a partir de la concepción que compartimos en cuanto a la determinación que en última instancia ejercen los intereses económicos en las decisiones políticas de las naciones, pero sin desconocer la autonomía de la política en general, en tanto que ella es producto de decisiones de colectivos humanos cuyas motivaciones, ideológicas, históricas, étnicas, van más allá de lo meramente económico. Y esto es aplicable, con mayor razón aún, a la geopolítica, porque trata de relaciones de soberanía, poder y dominación.

La industria del petróleo tal como la conocemos hoy, en cuanto a sus productos específicos y sus usos energéticos,  surge hace poco menos de 160 años al calor del crecimiento de las necesidades de alumbrado nocturno impuestas por la expansión e intensificación del desarrollo industrial capitalista, inicialmente en Estados Unidos y posteriormente en todo el mundo.

La historia de esa industria fue también la del proceso de monopolización y el surgimiento de los trusts en ese país, que en el caso emblemático del Standard Oil Trust de John D. Rockefeller llegó hasta controlar, hacia 1880 el 80% de esa industria. Su posterior desmembramiento en 33 compañías, por efecto de las leyes anti trust y la concentración de los capitales controlados  por el trust original en cinco de ellas, forman parte de las incidencias, ampliamente documentadas que darán forma general al capitalismo monopolista en los Estados Unidos. 

De lo anterior se infiere que ese proceso se inicia y evoluciona en una fase específica del desarrollo socioeconómico: el capitalismo monopolista, del cual es coetáneo y de cuya evolución e implantación global es simultáneamente tributario y motor fundamental.

Del kerosén y el alumbrado, esa industria pasa a la gasolina y al gasóleo (diésel),  los cuales, con el motor de combustión interna  -inventado justamente por la preexistencia de esos líquidos combustibles con tendencia a la explosión espontánea-  liberarán al transporte de las vías férreas y del carbón, amén de convertirse en la energía que moverá  aviones, tanques y acorazados.

Y es  con esas características y con la evolución técnica subsiguiente que irrumpe en la historia, durante la Primera Guerra Mundial, la destacada significación geopolítica del petróleo. Los cronistas de la época reseñan eventos pioneros y paradigmáticos, como las resoluciones del Primer Lord del Almirantazgo británico a partir de 1911,  Winston Churchill, de promover la fabricación de tanques, desarrollar la aviación militar y sustituir todas las unidades acorazadas de la flota imperial movidas por calderas de carbón por otras dotadas de motores diesel. Y eso sucede en pleno apogeo del capitalismo monopolista de Estado, en su  fase superior, imperialista,  como la caracterizaran Lenin y otros pensadores contemporáneos de ese momento. [1]

La “guerra del petróleo” entre las mayores corporaciones petroleras de las primeras décadas del Siglo XX, que tuvo como principales protagonistas a los ya para entonces mayores consorcios globales, Standard Oil of New Jersey y Royal Dutch Shell, y que determinó la desaparición de centenares de empresas medianas y pequeñas,  amén de la emergencia del cartel de  las “siete hermanas”, estuvo mediada  siempre por la intervención de las dos grandes potencias imperiales de la época: Inglaterra y los Estados Unidos.

De hecho, la constitución del cartel petrolero internacional en 1929 y el reparto entre los integrantes del mismo de los más promisorios territorios del derrotado Imperio Otomano, fue promovida y apadrinada por los dirigentes de esos dos Estados y sus aliados, vencedores de la Gran Guerra y regentes de los “protectorados” coloniales resultantes. Ello dio lugar a la aparición de subconjuntos de las siete hermanas y la Compañía Francesa de Petróleos, cuyos nombres lo dicen todo: Arabian American Oil Company (Aramco), Irak Petroleum Company, Anglo Persian Company, Kuwait Petroleum Company:

“La Texas Company, la Standard de California, la Standard de New Jersey y la Socony Vacuum son las dueñas de la Arabian Oil Company (Aramco), con derechos exclusivos a los yacimientos bajo las arenas de Arabia. Estas cuatro compañías, junto con la Gulf, son los miembros norteamericanos del consorcio que se adueñó del 40% de los intereses Anglo-Iranios en Irán. La Standard de California y la Texas Company  poseen el petróleo de Bahrein y controlan los recursos de esa isla en el Golfo Pérsico ; también manejan a la Caltex, con producción en las Indias Orientales y mercados por doquiera. La Standard de Nueva Jersey y la Socony Vaacum son dueñas de la Standard-Vaacum, que produce y comercia a través del Hemisferio Oriental. La Gulf se ha echado un socio extranjero: la Anglo-Iranian, para el ajustado comercio de Kuwait, ese fantástico jequeato extraído directamente de Las Mil y Una Noches, el más rico y concentrado campo petrolífero del mundo. La Standard de Nueva Jersey y la Socony Vaacum se dieron las manos con la Royal Dutch Shell y la Compagnie Française de Petróles para controlar la producción de Irak. La Standard de Nueva Jersey, por sí misma, controla la Creole y la Lago, que entre ambas producen y refinan casi la mitad de la dorada avalancha de Venezuela;  es también socio dominante -con la Gulf y la Shell- del 99% de la producción venezolana. Y el estado de Texas no tiene sino el rango de otra colonia de la Jersey, con la Humble señoreando como virrey”. [2]

Como lo documenta una extensa bibliografía en todos los idiomas [3], la industria del petróleo se convirtió en el  negocio por el cual se llegaron a producir a mediados del siglo XX más de la mitad  de las transferencias de divisas entre las naciones  y cuyos productos ocuparon también más de la mitad de los buques que surcaban los siete mares: el mayor negocio del mundo por su volumen y rentabilidad, en torno al cual pujaban los mayores poderes políticos, económicos y –desde luego- militares de la Tierra. [4]

Si el petróleo devino elemento vital, base energética fundamental del desarrollo industrial, esa condición no fue el resultado necesario del simple desarrollo tecnológico y, por el contrario, es uno de los condicionantes del modelo de acumulación capitalista contemporáneo. Sobre ese rol energético se levantó la mayor acumulación concentrada de poder económico y político no estatal  de mediados de ese siglo: el Cartel Petrolero Internacional, las siete hermanas que usufructuaron casi exclusivamente durante décadas la circunstancia de monopolizar una fuente de energía global, cuyos costos de extracción estaban muy por debajo de los de las otras alternativas. Según el ya citado Harvey O'Connor, las "siete hermanas" y otras tres corporaciones petroleras "independientes" se ubican dentro de las 17 corporaciones manufactureras multimillonarias, siendo la Jersey la mayor de todas.

Esas posiciones, referidas por el autor citado a mediados de los años 50 se mantienen,[5] con modificaciones procedentes de los procesos de consolidación de algunas de ellas (Exxon-Mobil) y la desaparición de la Gulf en medio de un proceso de fusiones, hasta nuestros días, como lo registran todos las ediciones de la Revista Fortune dedicadas a presentar las 500 mayores corporaciones industriales desde 1955. Todavía en 1975 seis de las integrantes originales del cartel aparecían entre las 14 mayores corporaciones norteamericanas. Para 2005, por ejemplo, según el índice Global 500 de esa revista, también 6 de las doce mayores corporaciones mundiales eran petroleras: BP, Exxon-Mobil y Royal Dutch Shell ocupan los puestos 2, 3 y 4, mientras que Total, Chevron-Texaco y Conoco-Phillips, están en los puestos 10, 11 y 12. En 2011, Exxon-Mobil, BP, Shell y Chevron se ubican entre las 10 primeras de esas corporaciones, las cuales incluyen la novedosa presencia de dos corporaciones petroleras chinas: Sinopec y China National Petroleum.

El petróleo se convirtió desde un principio en un gigantesco portador de renta diferencial y absoluta. Las luchas que se desataron en torno a él fueron de magnitud geopolítica, como ya mencionamos, por el poderío que comportaba su control como bien de importancia estratégica, pero también, desde el punto de vista estrictamente económico-mercantil, fueron desatadas por las voluntades corporativas y nacionales que pugnaban por la apropiación de los beneficios excedentes que generaban, los cuales se incrementaron durante varias décadas, en la medida en que su disponibilidad se hacía insuficiente para cubrir la demanda que por él se generaba.

En consecuencia, la lucha por la apropiación de esos beneficios excedentes fue también la esencia del conflicto entre las clases dominantes internas –semifeudales o incipientemente capitalistas- de los países poseedores de los yacimientos petroleros, parapetadas tras sus respectivos Estados y las compañías petroleras internacionales con el apoyo y sustento de las grandes potencias capitalistas.

Como muestra de  este aserto, hemos de citar los casos de México y Venezuela, países pioneros en cuanto a la circunstancia de ser escenarios receptores de la geopolítica petrolera desde sus inicios como productores, como se evidencia en los siguientes eventos emblemáticos:

El de la compañía asfaltera New York & Bermúdez[6], que para eludir  la exigencia de cumplimiento que hacía el gobierno de principios del Siglo XX de los pagos acordados e incumplidos por dicha empresa desde sus inicios en 1880, financió a la “Revolución Libertadora” del banquero Manuel Antonio Matos  contra el Presidente Cipriano Castro, con la cual se desató la última y sangrienta guerra vivida por Venezuela, con saldo de miles de muertos, entre 1902 y 1903. Esa conflagración fue "aliñada", además, por el bloqueo en 1902 de los principales puertos del país por  potencias Europeas (Alemania, Italia e Inglaterra) para cobrar deudas. [7] Esta constituyó la primera puesta en escena de lo que sería el patrón de relaciones neocoloniales de Venezuela con las grandes potencias y sus corporaciones en todo el siglo XX y principios del XXI.  

Las controversias generadas por la nacionalización petrolera impulsada por el Presidente Lázaro Cárdenas en 1938, las cuales se multiplicaron en presiones y amenazas internacionales, particularmente de Estados Unidos, Inglaterra y Holanda, países metropolitanos de las empresas expropiadas, llegando hasta la ruptura de relaciones diplomáticas del Reino Unido con ese país, pero sobre todo, y con consecuencias de muy largo plazo, con sabotajes a las instalaciones nacionalizadas y boicot a la producción petrolera mexicana. Nuestro ya citado Harvey O'Connor dedica un capítulo de su segunda obra, Crisis Mundial del Petróleo, a reseñar estas incidencias: "México, el abanderado". [8] 

El golpe militar contra el Presidente Rómulo Gallegos en 1948, también de factura petrolera, por el asomo de no otorgamiento de nuevas concesiones y el intento de cobrar la regalía petrolera en especie y su venta directa por el país –lo que hubiera significado una intervención en el mercado monopolizado por el cartel de la siete hermanas-, políticas impulsadas por el Ministro de Fomento de la época, Juan Pablo Pérez Alfonzo. De hecho, según O'Connor, la ofensa ya estaba consumada, pues el gobierno había logrado vender ciertas remesas de crudo a precios superiores a los que registraban las compañías y llegó a negociar un acuerdo de trueque con Argentina, en virtud del cual se recibieron 5.000 toneladas de carne congelada a cambio de 2.000.000 de barriles de petróleo.  [9] y [10]

La generación de excedentes en la industria petrolera ha sido una materia objeto de estudio desde múltiples ópticas y perspectivas para poder definir el carácter y significación económica de tales antecedentes. Capital, renta o beneficio; renta absoluta o diferencial [11]  la cuestión no está definitivamente resuelta, pero lo esencial estriba en el hecho mismo de la generación constante en el siglo XX de ese excedente en la industria petrolera y en los resultados de la lucha que se ha entablado por su control y reparto. En este sentido consideramos que la pugna por la renta petrolera ha sido la base del modo de articulación existente entre los agentes económicos en conflicto dentro de esa industria.

En general compartimos el enfoque que considera a la industria petrolera, protagonista esencial del proceso que analizamos, como el conjunto de capitales públicos y privados, nacionales e internacionales, invertidos en todas las fases del proceso productivo que termina en los derivados primarios del petróleo: gasolina, kerosén, gasoil, fuel-oil, etc. Ese enfoque parte de la constatación del carácter global de dicha industria y de la existencia en su seno de una dinámica de la desigualdad entre dominadores y dominados en la creación y apropiación de la renta petrolera, motor de dicha industria:

La puesta en marcha del proceso de producción de la industria petrolera por parte del capital petrolero permitirá la creación de la renta petrolera, y las condiciones de instrumentación de este proceso de producción determinarán, en última instancia, el monto absoluto de la renta petrolera, así como las partes relativas de esa renta percibidas por el capital petrolero, sus Estados metropolitanos, en donde radican los consumidores por excelencia y los Estados periféricos, dependientes, bajo cuyo subsuelo se encuentran esos hidrocarburos.

Ahora bien si, como ya mencionamos, con  la Primera Guerra Mundial el petróleo revela su gran significación estratégica, derivada de su carácter de combustible de la maquinaria bélica moderna y, como tal, objeto y motivación de la geopolítica de las grandes potencias de entonces, pasadas la Gran Depresión y la subsecuente Segunda Guerra Mundial, el petróleo emerge como la fuente energética por excelencia de una sociedad que se define a sí misma como automovilístico-petrolera, en mención de los sectores industriales que van a convertirse en los ejes dinámicos del desarrollo capitalista imperante en los años subsiguientes.

Pero una vez más, fueron decisiones geopolíticas, impuestas por las potencias que emergieron triunfantes de esta guerra, las que determinaron esa condición para los hidrocarburos líquidos, como pilar energético de un sistema político económico global organizado por ellas.  Es así como, desde los primeros años de esa segunda postguerra, el capitalismo vivió uno de sus más prolongados períodos de expansión.

Una expansión que tuvo como sustento, en lo político,  la constitución de unas Naciones Unidas férreamente controladas por las potencias vencedoras integradas en su Consejo de Seguridad, que parte en lo económico del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa y Japón y se fundamenta en los acuerdos de Bretton Woods (Nueva Hampshire), de julio de 1944, donde se trazan las líneas maestras de lo que sería el nuevo sistema monetario internacional con el dólar base del nuevo patrón "oro-cambio modificado", respaldado por el poderío, que permaneció intacto durante la guerra, del aparato productivo estadounidense. Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, sistema de paridades fijas-flexibles, libre convertibilidad y mecanismos compensatorios para los países con déficits de Balanza de Pagos, tipo derechos especiales de giro, DEG, son parte del instrumental financiero de una política económica basada en la intervención estatal reguladora y dirigida a garantizar la expansión económica según las fórmulas keynesianas de contención de las crisis de superproducción y promoción del “welfare state” intensificador del consumo y amortiguador de las peligrosas tendencias socializantes, amenazadoras entonces por la implantación del sistema socialista que, después de 1949, con la incorporación de China, cubría ya más de la cuarta parte del globo

Tal como acabamos de referir, en la base productiva de esa expansión se encuentran como generadores fundamentales las gigantescas corporaciones industriales integradas que monopolizan los rubros productivos que se van a convertir en sectores punta de ese desarrollo: petróleo, automotores, metalurgia, electrodomésticos, química-petroquímica.

En estos sectores, siguiendo la dinámica natural del modelo de acumulación capitalista, la acentuada y creciente concentración y monopolización se cumple con sucesivos y concomitantes aumentos de la productividad del trabajo, mediante la incorporación de una tecnología cada vez más capital-intensiva y consumidora dispendiosa de energía fósil que se sabe barata y se suponía inagotable para todo efecto práctico, pues se avizoraba entonces –con exagerado optimismo- una sustitución en el largo plazo por una energía atómica más barata aún. Y se sabía barata también porque, precisamente, otro de los fundamentos del sistema capitalista de postguerra siguió siendo el mantenimiento de un patrón de relaciones económicas especiales con la periferia subdesarrollada, según la cual  ésta era la fuente de materias primas baratas y siempre en baja, a la vez que mercado para bienes manufacturados cada vez más caros, "tijeras del intercambio", intercambio desigual… Lo cierto es que el petróleo fue una de esas materias primas consumidas cuantiosamente y pagada a precio vil.

Pues bien, este renovado sistema de explotación nacional e internacional en beneficio del centro capitalista y en particular de sus grandes corporaciones funcionó "aceitadamente" durante casi tres décadas, a tal punto que...

"Llegó a tomar carta de nacionalidad la creencia de que el keynesianismo y la planificación habían dado a los sacerdotes del capital instrumentos infalibles para evitar la crisis y dominar rápidamente las inflaciones y las recesiones. Por ello ha habido tanta incredulidad y tanta sorpresa ante el avance de la crisis." [12]

Así pues, en 1970 se pone de manifiesto una vez más el axioma físico de que no existe máquina perfecta: las políticas de gasto público deficitario y de generalización del crédito no dan ya todo el oxígeno necesario a la demanda global. Se agotan los motores de la expansión.

"En el epicentro del capitalismo se registraban desde mediados de los 60 síntomas claros de sobreacumulación y/o infrarealización, como son la caída general de la tasa de la ganancia, la reducción persistente de la productividad, frente a la saturación marcada de los principales mercados (automóviles, electrodomésticos, otros bienes durables)" [13]

La de 1970 fue la primera gran crisis del modelo económico de la postguerra, se manifestó en todos los países del centro capitalista y en su periferia más inmediata. Sus raíces yacen fuera del campo monetario, en la trasgresión de los límites físicos, de disponibilidad de recursos, por el funcionamiento del mecanismo expansivo comentado, que determinó una creciente escasez de materias primas básicas, industriales y agrícolas.

Después de  más 200 años de Revolución Industrial y de crecimiento de la producción material en los países del centro capitalista,  aún a pesar de las crisis cíclicas que aquejaron al sistema hasta entonces, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial ese crecimiento no fue interrumpido ni moderado por recesiones cíclicas. La Guerra Fría que emergió entonces agravó aún más esas circunstancias por la explosión de los gastos militares que ella determinó y que analistas de ese período histórico estimaron en  más de 200.000 millones de dólares al año.

El carácter global de la crisis ya reflejaba en parte el creciente grado de "mundialización" de las relaciones económicas internacionales, impulsada por la autonomía financiera de las corporaciones transnacionales, que hicieron cada día más incapaces a los Estados nacionales -aun los más grandes- de ejercer un real control sobre las variables económicas claves.

Con esta apretada síntesis pretendemos destacar la entidad de los procesos que, a nivel del modelo de acumulación capitalista se desatan a partir de 1970 y que van a ser rubricados en agosto del siguiente año, al derrumbarse el sistema de Bretton Woods por la suspensión de la libre convertibilidad del dólar y las subsecuentes devaluaciones que abren paso a la irrupción de la pesadilla liquidadora del sueño keynesiano: stag-flation,  estanflación. Estancamiento y mayor desocupación, simultáneamente con la inflación. Por primera vez desde 1893 Estados Unidos registra un déficit en su balanza comercial.

Como lo constataran muchos estudiosos de ese proceso, el índice de la producción industrial de Estados Unidos, que había mantenido una tendencia creciente desde 1963 hasta la primera mitad de 1969, ya hacia finales de ese año comenzó a registrar un rumbo descendente que se mantuvo a lo largo de 1970 y que llegó a su mínimo relativo a finales de ese año, en el cual también el porcentaje de ocupación de la capacidad de producción industrial llegó a su nivel más bajo.

En ese mismo año trascendente de 1970 Estados Unidos llega al tope de su producción petrolera convencional e inicia el descenso de su capacidad potencial  y el incremento de sus necesidades de importación. La sensación de insuficiencia de los suministros energéticos comienza a hacerse palpable y crítica: Fuera del caso de Estados Unidos, en plena decadencia, las inversiones para el sector de producción petrolera en el resto del mundo occidental sólo aumentaron en un tercio durante  la década de los sesenta, en tanto que el consumo creció, en ese mismo período, hasta más que duplicarse.

Comienza para los principales países del centro capitalista industrializado una nueva realidad, o percepción catastróficamente interesada de la misma, que va a marcar sus prioridades geopolíticas en el campo energético: la inseguridad del suministro y la necesidad de garantizarlo  por todos los medios políticos y bélicos.

Proliferaron entonces los pronósticos sombríos sobre el fin de la era del petróleo: el equipo de planificadores militares de la Rand Corporation, encabezado por Herman Khan, estima una fecha precisa, 2050, considerando, sin embargo, un "escenario" posible que adelantaba esa ocurrencia a 1995 por la emergencia de la temida crisis. Ese pronóstico desató histerias dentro de los desprevenidos o interesados consumidores de estos escenarios y estimuló el diseño de políticas aún más agresivas dentro del marco de la Guerra Fría y el equilibrio nuclear con los soviéticos, hasta llegar, en tiempos de Reagan, al escenario de "Destrucción Mutua Asegurada" (MAD por sus siglas en inglés), dentro del cual se inicia el proyecto "Guerra de las Galaxias" de esa Administración.

En paralelo y alimentando ese ambiente de crisis que cambiaría el estilo de vida confortable de los países desarrollados, el Club de Roma, integrado por investigadores -supuestamente “de izquierda"- de  más de 30 países, adelanta estudios neomalthusianos: en sus textos “Los Límites del Crecimiento” y “La Humanidad en la Encrucijada” el caos global y las hambrunas energéticas se avizoran en la posibilidad de que países con un consumo energético per cápita veinte veces inferior al de los Estados Unidos y poblaciones totales que en conjunto multiplican por más de 20 a la de ese país, y siguen creciendo aceleradamente, puedan acceder a un desarrollo industrial similar. [14]

Directa o indirectamente estas presunciones motivaron políticas de control poblacional en la regiones más deprimidas del mundo, pero con perspectivas de una explosión demográfica, como la India, para la cual se diseñaron proyectos secretos de vasectomía y esterilización no voluntarias, al igual que las que se promovieron para los habitantes de Puerto Rico, caso al que se sumaban componentes racistas, en tanto se trataba de evitar el crecimiento de la población  norteamericana de origen latino. Ello, amén de la promoción de conflictos bélicos locales en Asia y África, que además de ayudar controlar el crecimiento poblacional, brindaba un buen mercado permanente para la producción del aparato militar-industrial norteamericano y europeo.

Para acentuar el carácter crítico de esa nueva realidad, en plena Guerra Fría desde 1949, y con la presencia amenazante de la Unión Soviética muy cerca de las mayores reservas petroleras del mundo, -construyendo la represa de Asuán en el Egipto de Nasser y suscribiendo acuerdos financieros y de suministros militares con Argelia- en  el Medio Oriente, sucedían para ese entonces cosas inusitadas: [15]

Libia reduce su producción en pugna con las compañías para aumentarles los impuestos y recabar para sí parte de los incrementos de precios de realización de sus crudos como consecuencia del continuado cierre del Canal de Suez desde 1967. El oleoducto Tapline, que transportaba medio millón de barriles diarios, 17% de la producción de Arabia Saudita en 1969, hasta el Mediterráneo fue roto por un tractor en mayo de 1970 y el gobierno sirio rehusó permitir su reparación El petróleo para sustituir estos cortes tuvo que tomar la ruta de dar la vuelta al cabo de Buena Esperanza y los fletes se fueron a las nubes. Las alternativas de suministro, Libia, Argelia e Irak no se materializaron en el corto plazo y las corporaciones internacionales  aceleraron los proyectos en desarrollo para abrir nuevos horizontes productivos en Alaska y el Mar del Norte. Todo ello generó un conjunto de movimientos de los principales protagonistas de este mercado que condujo a un incremento de los precios internacionales del petróleo, de alrededor de 2 dólares el barril, hasta el nivel del mercado interno estadounidense, cercano a los 4 dólares/bl.

Con estos elementos y una creciente demanda insatisfecha, se dan las condiciones para que la OPEP, crisálida durante diez años, emergiera como efectivo órgano de defensa de sus respectivas participaciones en el excedente petrolero y lo hace, tal como se anunciaba en 1960 impulsando también los precios de sus petróleos: el 12 de diciembre de 1970, en su vigésimo primera Conferencia, realizada en Caraballeda (Venezuela), se resuelve aumentar a por lo menos 55 por ciento el nivel del impuesto sobre la renta y negociar con las compañías mejores precios para los crudos del Golfo Pérsico. Cinco días después el Congreso venezolano faculta al Ejecutivo Nacional para fijar unilateralmente los valores de exportación para fines fiscales, esto es, las bases para el cálculo del impuesto sobre la renta, para el cual se establece una tasa única del 60 por ciento. Dos meses más tarde, el 4 de febrero de 1971, la fijación unilateral de precios cotizados se convierte en norma generalizada para toda la OPEP (XXII Conferencia).

Al cabo de muchos forcejeos, cabildeos en la Casa Blanca, viajes de Subsecretarios y abierta coordinación del Cartel en la estrategia de las compañías, éstas se ven forzadas a firmar, el 14 de febrero del 71, el Acuerdo de Teherán con los productores del Golfo Pérsico y el 2 de Abril de ese mismo Año el de Trípoli, con Libia. En ambos se establecen aumentos de los precios vigentes y se acuerda una escalada para el  futuro.

“La situación energética americana como explicación de la crisis constituye un hecho bastante extraordinario en la historia económica: en efecto, en cuanto al problema del precio de los crudos, había una identidad de intereses completa entre el imperialismo dominante y los países subdesarrollados exportadores de crudos. Sacando tajada de esta situación, los Estados Unidos animaron las reivindicaciones de los países productores polarizándolas en algunos puntos: precios, devaluación del dólar y participación, en tanto que utilizaban todos los recursos para neutralizar otras reivindicaciones más peligrosas, como el control de la producción y la reinversión en el mismo país. Este aspecto de la crisis quedó completamente enmascarado por una escenificación hábil que presentaba la imagen de unas negociaciones difíciles y tormentosas. Todo estaba prácticamente decidido de antemano, pero la prensa y la opinión internacional se dejaban mistificar por un suspense de comedia”. [16]

Ya en su número de marzo de 1971, Petroleum Press Service una  revista especializada afecta a los intereses de las corporaciones, reconoce:

"Es evidente, tras los acontecimientos de los últimos meses, que el mercado favorable al comprador ha terminado y que los precios del petróleo van en todas partes a subir hacia el nivel de los os Estados Unidos." [17]

Y tenía fundamento esa predicción, como ya hemos visto, por cuanto las incidencias inusitadas no cesarían en el convulsionado mundo petrolero. La Conferencia de la OPEP reunida en Beirut en septiembre de 1971 aprueba una resolución sobre la urgencia de una más efectiva participación de sus miembros en el negocio petrolero. La erosión de los ingresos de dichos países por las fluctuaciones del dólar fue el acicate de esa resolución, en cumplimiento de la cual iniciaron conversaciones con las compañías que devinieron en una instancia más de la lucha por la renta petrolera: Después de los "intensos debates" que Chevalier ridiculiza, se acuerdan incrementos de los precios cotizados en un 8,49%.

Pero la participación efectiva también fue concebida como adquisición por parte de los países productores de porciones significativas de los activos de las compañías concesionarias. Esta idea, rechazada en primera instancia por las empresas y los gobiernos de los países industrializados por considerarlo un cambio radical en la naturaleza de las relaciones y en el balance de poder entre ellos y los países productores fue aceptada finalmente dadas las nada favorables circunstancias geopolíticas en proceso, como "la alternativa menos peligrosa".

De hecho,  el panorama parecía entonces desfavorable para los interesas transnacionales, pues ya se habían producido nacionalizaciones no pactadas: en febrero de 1971 Argelia tomó el control de su mercado interno y creó a la Sonatrach, compañía estatal que posteriormente asumiría la propiedad de las empresas concesionarias. En diciembre del mismo año Libia comenzó un proceso de nacionalizaciones escalonadas, partiendo de las más pequeñas concesionarias y en junio de 1972 se produjo la nacionalización de la Irak Petroleum Company.

Son evidentes, entonces,  las circunstancias conflictivas que obligaron a la suscripción, en octubre de 1972, del "Acuerdo General Participación", propuesto por los representantes del Cartel Petróleo Internacional a los países productores del Golfo Pérsico, mediante el cual a esos países se “les otorga”, previa justa indemnización, desde luego, una “participación” en el capital accionario de las industrias implantadas en sus países por las corporaciones extranjeras. Arabia Saudita y Abu Dhabi aplicaron el acuerdo en diciembre de ese mismo año: se fijó una participación inicial de 25 por ciento, la cual entraría en vigencia el 1° de enero de 1973 y permanecería constante hasta el 31 de diciembre de 1977. A partir de esta fecha el porcentaje de participación se iría incrementando hasta llegar a un 51% para el 1° de enero de 1982. Un proceso paulatino que ya estaba siendo superado  por la realidad y que luego sería dejado de lado al producirse  nacionalizaciones integrales  en cada uno de esos países.

El Acuerdo General de Participación, limitado a las operaciones de exploración y producción, constituyó el primer gran ensayo de una fórmula substitutiva del régimen concesionario. En él están prefiguradas todas las características que van a ser plasmadas con virtuosismo en la nacionalización petrolera venezolana y que garantizan el mantenimiento de las relaciones dependientes establecidas anteriormente entre el Cartel y los “Estados petroleros”:  además de ser resarcidas con largueza con un inflado “valor en libros” de los activos cedidos, las compañías obtuvieron prioridad para comprar la proporción de la producción que correspondería desde entonces a los países, a los precios que fueran convenidos en cada oportunidad. En la mayoría de los acuerdos y nacionalizaciones parciales o totales que se realizaron en el Medio Oriente a partir de entonces los consorcios mantuvieron intacto su control sobre la comercialización internacional y suscribieron convenios de asesoría y asistencia técnica.

En verdad, desde hacía ya tiempo, y haciendo referencia a la inestabilidad del Medio Oriente y la creciente severidad de los instrumentos fiscales de los Estados petroleros, habían comenzado a aparecer estudios de voceros del gran capital petrolero internacional y de las agencias estratégicas de las principales potencias capitalistas sobre la necesidad de barajar el juego, de repartir de nuevo las cartas para explorar nuevas opciones. Es así como se conocen las primeras propuestas internacionales de nuevos tratos petroleros.

De 1969 data un proyecto, recogido en un trabajo publicado en 1974,[18] en el cual se exponen, entre otras cosas, las conveniencias de dejar la fase de producción en manos de países que no tendrían otros con quienes dirigir esa industria que no fueran los hombres formados por las compañías, imbuidos y comprometidos con su cultura e intereses corporativos y fieles garantes, por eso mismo, del mantenimiento de nexos con sus casas matrices. Además,  siempre urgidos de obtener mayores ingresos forzando la producción,  los gobiernos "nativos" no observarían la disciplina requerida para mantener precios altos. En particular, hemos de señalar que desde esos años sesenta, la concesionarias petroleras iniciaron en Venezuela un programa de “venezolanización” de la gerencia, cuyos frutos cosecharían a partir de 1976, Otro destacado analista petrolero, Secretario de Energía de Nixon por más señas, advertía en 1973, sobre de los peligros del creciente nacionalismo árabe y postula la apertura de esa olla a punto de explotar, sin que ello signifique, en verdad, una pérdida apreciable de control real sobre el negocio. [19] 

Todo lo anterior se va a convertir en fundamento del ya citado “Acuerdo General de Participación” de 1972 y luego de la “nacionalización” petrolera venezolana de 1976. Las circunstancias de esta estrategia gatopardiana las describíamos en un texto publicado originalmente en 1983, pero que actualizamos al 2003, con ocasión del golpe petrolero de ese año:

Así pues, la “nacionalización”, evento culminante de esa política petrolera, plasmó, en realidad, el estado de las fuerzas de estas dos posiciones y, no siendo una excepción de la tendencia secular, también en esa oportunidad terminó por triunfar el partido de la asociación transnacional. De una manera tal que, al cabo de un forcejeo trascorrales, la nacionalización viene a ser convertida en su opuesto: un pacto laboriosamente trabajado que propiciará el mantenimiento y la ampliación, en extensión e intensidad, del control transnacional sobre el petróleo venezolano. [20]

Las implicaciones geopolíticas de los procesos referidos, dos capítulos de una misma estrategia, van a modificar radicalmente el escenario de interacción entre los polos de las relaciones petroleras globales, “productores” y “consumidores”, como candorosamente son agrupados, con la interesada mediación de las corporaciones transnacionales.

Pero esas relaciones va a tomar un cariz conflictivo en el ínterin de las dos fechas citadas: En una escalada de las permanentes tensiones que se suscitaron en el Medio Oriente a raíz de la implantación de un Estado judío en tierras palestinas, el 6 octubre de 1973, día del Yom Kipur, Siria y Egipto atacan a Israel. La guerra iniciada ese día es ganada por este país con el apoyo de las principales potencias capitalistas, lo cual determina, a su vez, que la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) decreten, el 26 de ese mismo mes, un embargo petrolero contra esas potencias.

Estos eventos, unidos a la elevación de los precios del petróleo el año siguiente, agudizaron aún más la percepción de inseguridad del suministro energético  por parte de los miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico que agrupa a los principales países industrializados y consumidores por excelencia de petróleo importado.  Ello condujo a la constitución, por parte de esta Organización, de la Agencia Internacional de Energía como instrumento coordinador de las políticas para garantizar el flujo constante de energía a esos países.

Estas circunstancias fueron referidas en un reciente trabajo de un think tank geopolítico de la capital estadounidense en los siguientes términos:

La crisis empujó a la energía hacia el centro de la estrategia estadounidense, de todas formas, entre otras cosas, ayudando a estimular la innovación en instituciones internacionales. “La crisis energética nos despertó frente a un nuevo reto que requerirá tanto un pensamiento creativo como cooperación internacional en función de preservar nuestro bienestar colectivo” decía Henry Kissinger. Como Secretario de Estado norteamericano impulsó el establecimiento de la Agencia Internacional de Energía (AIE) en 1974 como un club de importadores de energía que balanceara el poder negociador de los exportadores de petróleo. Bajo el liderazgo estadounidense esta nueva institución fue creada rápidamente y con un amplio rango de poderes, con una junta directiva acreditada para tomar decisiones que comprometerían a sus países. Por cuarenta años ella se ha mantenido el principal centro de cooperación energética de los países industrializados.[21]

La AIE surge así como una agencia de los Estados consumidores e importadores netos de petróleo, enfrentados a los productores agrupados en la OPEP y  un tanto deslindados de sus antiguas corporaciones petroleras norteamericanas e inglesas, que comienzan a ser tildadas de transnacionales, en gran medida por su comportamiento indefinido durante el embargo petrolero árabe.

Sus objetivos iniciales fueron formulados como los principios de ahorro y sustitución. Ahorro de energía en general y de petróleo en particular, promoviendo la sustitución de los hidrocarburos líquidos por otras fuentes de energía y, en particular, del petróleo OPEP por petróleos procedentes de cualquier otra fuente. Aparece así en las estadísticas globales esa nueva agrupación de países productores: los No-OPEP.

Hasta hoy en día, las políticas coordinadas por la AIE desde 1974 están dirigidas a mantener a raya la capacidad de la OPEP para incidir en la determinación del precio del crudo. Cumpliendo al pie de la letra los principios enunciados, los pronósticos anuales de la Asociación prefiguran un mundo en el cual toda demanda incremental será suplida por crudos procedentes de países No-OPEP. Así lo refleja la estructura de sus escenarios, en los cuales se estima la tasa de crecimiento de la economía global para un determinado lapso, de allí se deduce la demanda que correspondería a ese crecimiento y a partir de ella se calcula el suministro requerido, que comienza por la estimación de la oferta No-OPEP y la producción de líquidos del gas natural de la OPEP, rubros que se tratan como datos de partida. La suma de esas fuentes se resta de la demanda estimada y esa diferencia es conocida como call on Opec, el petróleo que se le demandará a la OPEP.

Precisamente, en el siguiente cuadro de la AIE se puede observar el funcionamiento de esa manera de pronosticar el futuro, según la cual, desde 2012 hasta el 2018, sólo se requerirán 250.000 barriles diarios adicionales de la OPEP, en desmedro de los megaproyectos que se diseñan en muchos de sus miembros,  en particular, Venezuela e Irak, y sin contar las capacidades cerradas que por causas ajenas al mercado se encuentran en el propio Irak, Libia, Irán y Nigeria. Según los prospectos de la AIE la apertura de esas nuevas producciones alimentaría la capacidad cerrada en la OPEP, rubro que hasta ahora había sido considerado como un factor de estabilidad de los precios en un "nivel aceptable" para el mercado global y que, como se observa en el cuadro, se ubica en las cercanías de los 7 millones de barriles diarios promedio durante los años del escenario.



Volviendo al hilo histórico de nuestra exposición, diremos que en verdad, la civilización automovilístico-petrolera de 1946 a 1970 se había desbordado en un sobredimensionado consumo energético, acorde con los intereses de las mega corporaciones de ambas industrias, que no por casualidad se encontraban dentro de las 10 mayores del mundo: se abandonaron tecnologías energéticamente eficientes, al punto de que estudios realizados en esos años críticos constataban que en las ramas industriales donde se consumía las mayores magnitudes de energía por tonelada de producto (vidrio, papel, aluminio, hierro y petróleo) existían tecnologías, dejadas de lado, con las cuales se podrían ahorrar entre un 30 y un 60 por ciento de ese consumo unitario. De hecho, el desarrollo de automóviles cada vez más pesados y más potentes, con descuido de su eficiencia energética, involucró también una involución en este aspecto, al pasar de los 17 kilómetros por litro de gasolina de rendimiento de  un Volkswagen en 1936 a los 4,1 km/litro alcanzados por los potentes motores de un Grand Torino o un Fairlane 500 en 1971 que, en “compensación”, prácticamente saltaban desde cero hasta 100 kilómetro por hora en cuestión de segundos.

Dramatizando las circunstancias del referido crecimiento exponencial del consumo petrolero, el Presidente Carter comenzaba su Mensaje de la Unión del 18 de abril de 1977 advirtiendo que  trataría un asunto desagradable, un problema sin precedentes en la historia de los Estados Unidos, un reto vital comparable al de una guerra preventiva, que si no se resolvía en poco tiempo empeoraría hasta el próximo siglo: la crisis energética

"El mundo consume hoy cerca de 60 millones de barriles de petróleo diarios y la demanda aumenta cada año cerca del 5%. Esto significa que sólo para mantener ese ritmo necesitaremos una nueva Texas cada año, una nueva Alaska cada nueve meses o una nueva Arabia Saudita cada tres años. Obviamente esto no puede continuar. [22]

Todo lo anterior configuró, además, una nueva etapa geopolítica, en la que la seguridad del suministro energético, fundamentalmente petrolero, se convierte en la principal preocupación y motivo del accionar político y militar internacional de las grandes potencias capitalistas, en particular de los Estados Unidos. Ello es obvio al revisar el conjunto de conflictos bélicos en los que se involucran esas potencias en el Medio Oriente y sus alrededores.



Esta era geopolítica, en la cual todavía nos encontramos, es coetánea con los procesos económicos críticos y transformaciones estructurales que se han producido en el seno del capitalismo contemporáneo al calor de la renovada preeminencia que adquieren los dogmas neoliberales después del agotamiento de los mecanismos keynesianos de regulación en los años 70 y particularmente, después del colapso de la Unión Soviética y su sistema de “democracias populares”.

Este es un hito geopolítico trascendental que modificará todas las relaciones de poder internacional y particularmente las vinculadas con el control de las fuentes de energía y en especial de los hidrocarburos. Ello se manifiesta localmente en cada uno de los países petroleros (los “periféricos” y subdesarrollados poseedores de los yacimientos). Para el caso de Venezuela, escribíamos entonces lo siguiente:

En materia de política petrolera venezolana, las vigentes tendencias hacia la globalización de la economía se manifiestan a través de una peculiar apertura que, en general, tiene características similares a las que se registran en otras ramas de la economía: se trata del regreso a los viejos y buenos tiempos pre-keynesianos, de imperio del capitalismo sin desviaciones terceristas ni demasiadas consideraciones sobre justicia y seguridad  social, equidad y otros contaminantes. Y por encontrarnos en tiempos de globalización, es decir, en el mundo unipolar donde se impone la integración de las economías mundiales bajo la égida de los países integrantes del Grupo de los Siete y, sobre todo, de sus corporaciones transnacionales, el carácter estatal del petróleo y de su industria en Venezuela es combatido, cada día con más fuerza y por todos los medios de comunicación masiva, por los agentes internos de la  “modernidad”.

En este sentido, la “apertura petrolera” ha comportado, aún antes de adquirir ese nombre,  el desmontaje de todo el aparato interno de control y fiscalización de las actividades petroleras, minimización de algunos instrumentos tributarios de percepción de la renta petrolera, la liquidación de otros y la creación de un nuevo y laxo ambiente político, legal y reglamentario para propiciar el retorno triunfal de las grandes corporaciones a las posiciones dominantes dentro de la industria petrolera venezolana. El colofón definitivo de este proceso será puesto cuando se cumplan los propósitos del enclave transnacional entronizado en los altos mandos de la propia empresa petrolera estatal, el cual impulsa la desnacionalización de PDVSA mediante el reparto y venta de acciones de esa empresa. (Véase a este respecto las reiteradas declaraciones de Luis Giusti, Alberto Quirós Corradi y ciertos investigadores del IESA; pero sobre todo el aviso de 4 páginas inserto en la edición latinoamericana de la Revista TIME del 21 de julio de 1997, pagado con fondos públicos y en donde los directivos de la empresa estatal petrolera identifican como una tarea prioritaria para ellos la de “convencer a un público todavía demasiado nacionalista acerca de la inevitabilidad de la privatización total de PDVSA”)  [23]

Otro caso paradigmático para el diseño de una geopolítica de la seguridad energética estadounidense en el ámbito latinoamericano nos es referido en el trabajo, “El papel de México en la integración y seguridad energética de Norteamérica”:

Tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas y al Pentágono, y el despliegue de la Doctrina de la Defensa Preventiva, para justificar el combate en contra del terrorismos internacional que amenazaba la seguridad nacional de Estados Unidos, la zona de influencia más cercana a este país cumple un papel clave, pues los mecanismos e iniciativas destinados a proteger dicha seguridad nacional estadounidense aumentaron, incorporando elementos económicos, políticos y en materia de energéticos. [24]

En esta obra, la Profesora Vargas Suárez destaca como “la política energética mexicana responde, en buena medida, a los intereses de Estados Unidos”, país para el cual, aumentar la oferta de hidrocarburos y de exportaciones de México es vital para su seguridad energética, porque permitiría “reducir la dependencia de aprovisionamientos petroleros de países considerados riesgosos”, dentro de los cuales señala a tres de los actuales proveedores  importantes: Venezuela, Rusia y Arabia Saudita.

Ahora bien, volviendo al eje central de nuestra exposición, referido a la evolución del sistema de relaciones globales en el cual se generan las líneas geopolíticas contemporáneas, al calor del “fin de la historia”, del mundo unipolar y globalizado, bajo el “Consenso de Washington” y “El Nuevo Siglo Americano” de los neoconservadores, podemos destacar las circunstancias en las cuales se acentúan los procesos de centralización y concentración capitalista, que conducen a una también renovada preeminencia del capital financiero sobre el capital industrial, como lo atestiguan muchos analistas del proceso económico contemporáneo [25].  

Esos procesos tienen también, y desde luego, incidencia en la modificación de las relaciones económicas en el seno de la industria petrolera, en particular en cuanto a la determinación y significación del precio del petróleo para garantizar las inversiones que asegurarán los suministros del futuro. Esos precios, determinados a partir de los mercados de “commodities”, de futuros y opciones,  de Wall Street, Chicago y la City londinense van a divorciarse cada vez más de la evolución de las relaciones entre oferta, demanda e inventarios, los manidos  “fundamentos del mercado” a que hacen referencia los analistas de los mercados físicos. Los mismos han alcanzado niveles que han permitido hacer rentables, vale decir, “convencionales”, a reservas petroleras antes consideradas “marginales”. [26]

Ello es lo que ha permitido la desaforada búsqueda de nuevas localizaciones petroleras y desarrollos tecnológicos que permitieran maximizar la extracción de los recursos ya conocidos, desde las primeras plataformas submarinas del Mar del Norte y de aguas profundas en el Golfo de México, Brasil y las costas occidentales de África, pasando por las reservas de crudos bituminosos y extrapesados de Canadá y Venezuela  -hasta hace poco marginales pero ahora “convencionales- y la proliferación de las tecnologías de perforación direccional y horizontal, que unidas a la fracturación hidráulica de rocas madres han conducido al reciente boom del  petróleo de los esquistos.

El costo de producir petróleo “ligero y difícil”, el light tight oil  de los esquistos, así como los de aguas profundas y arenas petrolíferas, se ha convertido en el costo marginal de producción, definido éste como el costo de extraer el último y más costoso barril requerido para satisfacer la demanda. Ese costo está ligado en lo fundamental a los precios de largo plazo. Si los precios caen por debajo de ese nivel, no habrá incentivos para producir esos barriles y la demanda se mantendrá insatisfecha hasta que los consumidores estén dispuestos a pagar más. Para que el suministro de petróleos procedentes de esas tres fuentes se realice, los productores necesitan que sus inversiones sean "rentables". Y la rentabilidad, al uso de las grandes corporaciones petroleras, las denominadas "majors", acostumbradas a los rendimientos cartelizados, significa la generación de una renta que desborda cualquier parámetro de tasas internas de retorno características de cualquier otro negocio sometido a normas comerciales convencionales.

Dada esta premisa, para algunos analistas el costo de producción de estas fuentes constituye un buen indicador de los precios futuros del petróleo. Diversas fuentes consultadas estiman que ese precio debe estar en el entorno de los 90 a 100 dólares el barril en el corto y mediano plazo.

Esas perspectivas de expansión de las fronteras petroleras existen en varios países, en particular en los ya mencionados poseedores de reservas en aguas profundas y arenas petrolíferas, añadiendo además a los países en cuyas rocas madres –lutitas, esquistos- existen ingentes acumulaciones de hidrocarburos líquidos y gaseosos.

Estos últimos, sin embargo, deben afrontar obstáculos superiores a encontrados en los Estados Unidos, país dotado de una infraestructura industrial y de transporte inexistente en países como China, Argentina, México y Australia, poseedores de esos yacimientos esquísticos. [27]

Ahora bien debido a esos desarrollos tecnológicos y nuevos hallazgos que han extendido y profundizado las fronteras tradicionales de las cuencas petrolíferas, se plantea un nuevo panorama geopolítico, en el cual, cuando menos para los Estados Unidos, el suministro energético pierde connotaciones críticas inmediatas y puede dar paso a manejos estratégicos de largo plazo en este campo.

La realidad sobre el supuesto “peak oil”, el pico de la producción petrolera a partir de cuya cumbre se iniciaría la irremediable declinación que, como ya refiriéramos, había comenzado en 1971 para Estados Unidos y se había manifestado como fatalidad inexorable hasta 2010, cuando la producción de ese país llegaba ya a los niveles mínimos de 5 millones de barriles diarios, se ha revertido desde entonces y ha colocado a ese indicador estadounidense a la par del de los mayores productores mundiales, en más 7 millones de barriles diarios en 2013 y con perspectivas crecientes.

Para los más optimistas, como se observa en el gráfico de Citi GPS que se anexa al final, para 2020 la producción de ese país alcanzaría los 15 millones de barriles diarios, presunción que triplica el crecimiento estimado por la Agencia Internacional de Energía para el 2035, según se observa en el gráfico de esa fuente que presentamos y las proyecciones del propio Departamento de Energía estadounidense para el 2040, que también anexamos. Al respecto, en el ya citado estudio de Leonardo Maugeri, se sostiene lo siguiente:

 

De un lado, el gran tamaño de los recursos y la capacidad de la industria de desarrollarlos a través de constantes innovaciones tecnológicas y reducción de los costos previstos en los primeros pronósticos, sugieren la posibilidad de que los Estados Unidos puedan convertirse en el mayor productor mundial en pocos años. De otro lado, las características específicas del petróleo de los esquistos, -la intensidad de la perforación en particular- lo hacen extremadamente vulnerables a las caídas de precios y a la oposición ambientalista en áreas nuevas y habitadas. [28]

Según los pronósticos del trabajo referido, basados en el análisis de más de 2000 pozos, los principales yacimientos actuales, Bakken y Eagle Ford comenzarán a tener problemas con la intensidad de la perforación -vale decir, con lo costos, en la segunda mitad de la década de 2020. Ello ha sido confirmado recientemente en una nota de la publicación digital semanal Peak Oil Review:

Últimamente ha habido una cantidad inusual de discusiones en la prensa financiera y en la industria del petróleo acerca de las dificultades que enfrentan las empresas de extracción de petróleo de esquisto y gas. Una encuesta realizada a 61 empresas de perforación de esquisto muestra que la deuda se ha duplicado en los últimos cuatro años, mientras que los ingresos han subido un 5,6 por ciento. Bloomberg dice que la lista de empresas de extracción de petróleo de esquisto que están “estresados” financieramente es "considerable", con los gastos por intereses comiéndose los ingresos a un ritmo creciente. Incluso Rigzone, una perenne animadora de la industria, está empezando a mostrar ambos lados de la historia del esquisto. Después de citar a un par de líderes de la industria petrolera  que ven muchos años o incluso décadas de aumento de la producción de petróleo y gas de esquisto por delante, también tienen en cuenta a aquellos que dicen que la industria se enfrenta a serios desafíos en el mantenimiento de la producción de petróleo y gas. Entre los "retos" están la necesidad de aumentar la perforación en momentos en que las fuentes de capital se están secando; la necesidad de encontrar nuevos yacimientos de petróleo distintos de Bakken y Eagle Ford; la necesidad de reducir los costos de producción; la disponibilidad de agua; y el aumento de la regulación federal de todo, desde las emisiones, a las aguas subterráneas, a los ferrocarriles. Parece que algunos en la prensa financiera están empezando a ver la escritura en el muro y están, al menos, dando a entender que hay problemas por delante.[29]

Respecto a la oposición ambientalista, se destaca la prohibición de esta explotación en algunos países europeos, como Francia, cuyo yacimiento principal, con “reservas en sitio” estimadas en 300 mil millones de barriles de crudo ("recuperables" 9 mil millones) y 180 billones de pies cúbicos de gas, se designa con un nombre que lo dice todo: París. En los propios Estados Unidos, para el yacimiento Monterrey, que atraviesa populosos y fértiles valles de California, se estimaban reservas de petróleo de esquistos que triplicaban los ya identificados en los yacimientos actualmente explotados de Bakken y Eagle Ford, 19.000 millones de barriles, pero hasta ahora,  las autoridades de ese Estado -el más poblado, regulado y ambientalmente sensibilizado de toda la Unión- se habían negado a autorizar actividades prospectivas y productivas, resistiendo las presiones de los eternos interesados en la expansión petrolera. Justamente, una muestra de esas presiones, que se multiplican ante la evidencia de que el boom  actual tiene límites cercanos, la encontramos un estudio auspiciado por varias universidades y centros de divulgación de ese Estado, “Powering California”, que compara la posible explotación de Monterrey con una nueva “fiebre del oro negro” que multiplicará la riqueza de los californianos. [30]  

Pero hete aquí lo que sucede cuando se están analizando procesos en desarrollo y estimaciones del futuro: la realidad suele presentarse con insólita contundencia, haciendo irrelevante algunas discusiones, tal como la que venimos desarrollando, pero que dejamos como muestra de la complejidad de las pretensiones futurológicas, cuando no se tienen a mano datos confiables y se depende de estudios sesgados promovidos por los interesados en el negocio, de uno y otro bando.

Pocos días después de escribir las anteriores líneas sobre “Powering California” explota ante nosotros un reporte de la Energy Information Administration del Departamento de Energía de los Estados Unidas, cuyos detalles, según declara Adam Sieminski, Administrador de ese organismo el 21 de mayo pasado, serán publicados el próximo mes y según el cual, por retos infranqueables hasta ahora por la tecnología disponible, se reducen en un 96% las supuestas reservas recuperables estimadas en 13.700 millones de barriles en 2011, hasta una magnitud inferior a los 600 millones de barriles. [31]

Según cálculos simples de las fuentes consultadas esto evaporará la fabulosa oportunidad para California, con la cual soñaba el Gobernador Jerry Brown, ya dispuesto a modificar las regulaciones vigentes en ese Estado para permitir el desarrollo del “fracking” y otros procesos más agresivos, como la “acidificación”  de los yacimientos, al desmoronarse los estimados de ingresos fiscales y nuevos empleos, en proporciones también millonarias: los 24 mil 600 millones de dólares de ingresos fiscales esperados se reducen a 984 millones y los 2,8 millones de nuevos empleos se reducen a 112 mil. Y ello, si las nuevas modestas magnitudes –equivalentes a 33 días de los requerimientos petroleros de Estados Unidos- continúan estimulando los emprendimientos de las corporaciones interesadas hasta ahora. [32]

Con todo, las novedosas producciones de “light tight oil” y “shell gas” de los yacimientos de Bakken, Eagle Ford y Marcellus ya han convertido a ese país en un exportador neto de gas natural licuado y, en menores  magnitudes, de productos petroleros. Más aún, ya se han registrado movimientos de los clásicos “lobbies” petroleros que, en esta oportunidad, promueven medidas legislativas para suspender o anular la prohibición que pesa desde los años setenta del siglo pasado sobre la exportación de crudos.

Las consecuencias para el mercado petrolero global  de este “boom” son trascedentes, pero todavía parece demasiado pronto para evaluarlas en toda su significación geopolítica.[33]

Así por ejemplo, en su World Energy Outlook de 2012, la Agencia Internacional de Energía estimaba que Estados Unidos superaría la producción saudita en 2020 y que ya para entonces se comenzarían a sentir el impacto de las nuevas medidas de eficiencia en el uso de los combustibles para el transporte. Ambos procesos darían lugar a una caída continua de las importaciones petroleras de ese país, hasta el punto de convertirlo en un exportador neto cerca del 2030. Todo lo cual aceleraría el cambio de dirección del comercio petrolero internacional hacia Asia, trasladando el foco de atención hacia la seguridad de  las estratégicas rutas que llevan el petróleo del Medio Oriente hacia los mercados asiáticos. [34]

Sin embargo, estas conclusiones han sido revisadas en días recientes por la misma Agencia. En efecto, en su World Energy Investment Outlook, publicado a principios de este mes de junio de 2014, sostiene que los aumentos en la producción de petróleo de esquisto EE.UU. no continuarán indefinidamente y podrían y comenzarían a “salir de la corriente” a partir del 2020. Explica  que después de este año, los EE.UU. se convertirán en más dependientes del petróleo del Medio Oriente. Esta es un cambio radical por parte de la AIE, que como hemos visto, en sus pronósticos del 2012 había sido muy optimista sobre las perspectivas de la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos. [35]

Por lo pronto, y sin contar con los contradictorios pronósticos,  la realidad se comienza a manifestar en la ya citada incorporación a la producción estadounidense de casi dos millones y medio de barriles diarios adicionales entre 2010 y 2013,

En un primer momento, por tratarse de crudos extra-livianos, esa producción ha afectado las importaciones de países productores de crudos similares, en particular Nigeria y la propia Arabia Saudita. [36]




La significación geopolítica de esta inusitada involución queda en evidencia al considerar la incomodidad manifiesta de los dirigentes sauditas que ven en estos desarrollos una posibilidad de pérdida de su papel como principal aliado de los Estados Unidos en el mundo árabe, uno de los temas de agenda en la reciente visita del Presidente Obama al Rey de Arabia Saudita.

De hecho, algunos analistas creen ver en esta novedosa “seguridad energética” la explicación de  comportamientos no convencionales del gobierno estadounidense en la gestión de los conflictos que se desarrollan en áreas geopolíticamente sensibles. En particular, es notorio el nerviosismo de la dirigencia israelí, manifiesto en las frecuentes e inusitadas visitas de su Primer Ministro a Washington,  frente la moderación de la administración Obama en el caso del conflicto sobre el desarrollo nuclear iraní, que permitió el inicio de negociaciones multinacionales específicas con ese gobierno, amén de una redefinición de lo que se consideraría una “línea roja” infranqueable en esa materia y, consecuentemente, una moratoria de las sanciones a las que Irán se habría hecho acreedor. En el mismo sentido se ha evaluado la anuencia norteamericana frente a la iniciativa de Rusia de propiciar una negociación regida por las Naciones Unidas en el caso de Siria. Ambos casos, por cierto, han fundamentado la ya señalada “incomodidad” saudita, acérrimo adversario de Irán por el liderazgo regional musulmán y financista - promotor de la insurrección jihadista en Siria.

Sin embargo, otras opiniones consultadas consideran que nada de ello puede significar un cambio sustancial de la injerencia de los Estados Unidos en el Medio Oriente o en la estructura de sus alianzas. Aun cuando su presencia militar sea inferior a la de los tiempos posteriores al 11 de septiembre, su “preocupación” por la inestabilidad política de la región se mantendrá por mucho tiempo. [37]

En este mismo sentido se pronuncian investigadores del CSIS (Center for Strategic & Interntional Studies) en un reciente trabajo, "New Energy, New Geopolitics"  en el cual se analizan las opciones geopolíticas de los Estados Unidos en los probables escenarios de desarrollo del shale gas y el light tight oil, desde el más pesimista, acorde con los pronósticos de quienes sostienen que se trata de una veta productiva temporal que declinará en la próxima década y que, además, estará limitada a la región norteamericana, hasta los más optimistas que consideran que el desarrollo tecnológico vencerá los límites que imponen los costos y expandirá el desarrollo de esos productos a todas las localizaciones, dentro y fuera de la América del Norte, donde ya se estiman considerables reservas recuperables, tal como nos las presentan los escenarios de IHS para el 2040 que insertamos al final de este texto.[38]

Cualquiera de estos escenarios debe determinar, según las autoras del estudio del CSIS que comentamos, una postura geopolítica específica de los Estados Unidos, que podrá oscilar entre promover la estabilidad de los mercados energéticos para fomentar economías más fuertes y aumentar la estabilidad geopolítica, o tomar el camino de utilizar las nuevas ventajas obtenidas en la producción de gas y petróleo como instrumentos al servicio de más amplios objetivos económicos y geopolíticos. [39]

Todo lo anterior queda condicionado a las nuevas constataciones de la Agencia Internacional de Energía y de la propia Administración de Información de Energía de los Estados Unidos sobre las limitaciones volumétricas y temporales del denominado boom de los esquistos.

Podemos encontrar manifestaciones de posicionamiento geopolítico-energético en otros conflictos en desarrollo en la actualidad, como el Ucraniano-Ruso que, aunque tiene implicaciones petroleras y energéticas, éstas, sin embargo, no afectan directamente a los Estados Unidos, pero son de una gran significación para la Unión Europea, a la cual fluye el vital suministro de gas natural ruso, atravesando, en parte, territorio ucraniano. El conjunto de intereses económicos involucrado es de una magnitud tal que ha permitido que la toma de Crimea por Rusia haya sucedido con poco efectivas protestas occidentales, al admitir, de hecho, tanto los Estado Unidos como la Unión Europea, que ese asunto es pertinente al espacio geopolítico ruso, en el cual no es posible intervenir sin muy sensibles “daños colaterales”. Para colmo de moderación, se asoma como una solución a mediano plazo, que disminuiría la extrema dependencia europea del gas ruso, precisamente, el aumento del suministro de gas natural estadounidense a Europa, y a Ucrania en particular.

Por supuesto, esta crisis política sigue en desarrollo y el aumento de las tensiones entre Estados Unidos, Europa y Rusia continúa cada día, con marchas y retrocesos, revueltas nacionalistas de signo antagónico, movimientos tácticos, amenazas de sanciones, referéndum, elecciones, etc., pero el trasfondo energético será determinante en el sentido y contundencia de las piezas que moverán los diversos contrincantes.

El último hito resaltante, hasta ahora, de este pugilato geopolítico lo constituyó el contrato de suministro de gas ruso a China por 30 años y un monto total de 400 mil millones de dólares, suscrito el 20 de mayo pasado, el cual representará una gigantesca válvula de escape para Rusia en cuanto a las posibles limitaciones que podría sufrir su suministro de gas a Europa como consecuencia de los conflictos en curso. Para evaluar la magnitud y oportunidad de este acuerdo, que tenía diez años negociándose, debe considerarse que se trata del mayor contrato firmado por Gazprom en toda su historia. [40]

Ulsun Gunnar, en artículo publicado en Global Research el 22 de mayo pasado, considera este acuerdo como “El contrato de gas del Siglo”, con implicaciones geopolíticas globales y sostiene lo siguiente:

Para Rusia será difícil encontrar otro mercado en el cual vender los 160 mil millones de metros cúbicos de gas que exportó a Europa el año pasado. El nuevo trato con China se espera que comience con 38 mil millones de metros cúbicos de gas al año, cerca de la cuarta parte de lo que exporta a Europa. Se están construyendo gasoductos adicionales y el monto del gas enviado a China seguramente se expandirá para cubrir la demanda futura.

Aunque el nuevo contrato no será un sustituto de los mercados europeos, la capacidad de Rusia de cerrar 40 mil millones de gas de sus envíos a la Unión Europea puede convertirse en una persuasiva pieza de negociación, tal que el gas de esquistos de los Estados Unidos será incapaz de compensar en el futuro previsible, si es que acaso ello será posible alguna vez. [41]

De todo lo expuesto en las páginas anteriores podemos concluir que el petróleo, y los hidrocarburos en general, continúan constituyendo, ahora y en el futuro previsible, un elemento motivador del comportamiento geopolítico de las principales potencias industriales y, en general, de todos los países, sean consumidores o productores. Ello se fundamenta en que todos los pronósticos  avizoran un panorama energético global dominado en las próximas décadas por el gas natural, los hidrocarburos líquidos y el carbón, fuentes que sumarían más un 85% por ciento del suministro esperado hasta la cuarta década de este siglo. Así lo anuncian los pronósticos de British Petroleum para 2035:



Todo ello, a pesar de sus conocidos efectos generadores de calentamiento global, los cuales se dejan de lado por las urgencias del desarrollo de las economías emergentes y ante la realidad de las considerables limitaciones políticas, técnicas y económicas de las alternativas “limpias” y renovables disponibles –energía hidráulica, solar, eólica, geotérmica, etc.- y de las muy posibles ominosas consecuencias de una masificación nuclear sobre la cual no se han generado los controles necesarios para hacerla absolutamente confiable, como lo demostraron los accidentes mayores de Three Mile Island en 1979, categoría 5, Chernobyl en 1986, categoría 7, y Fukushima en 2011, categoría 7, y cuya utilización masiva ha sido comparada con un "pacto fáustico", dados los 25.000 años de vida media radiactiva de su principal desperdicio, el más peligroso material que ha manejado la humanidad: el plutonio. [42]

Con el petróleo y el gas de los esquistos, los crudos extra pesados de Venezuela y arenas bituminosas de Canadá, los de aguas profundas de Brasil, Angola y el Golfo de México, recursos ahora convencionales, y que determinarán el costo marginal de las futuras inversiones en el sector, el espacio geográfico hidrocarburífero global se amplía, dejando de estar relativamente concentrado en el Medio Oriente y abriendo espacio a nuevas localizaciones en diversas partes del globo, desde los océanos polares hasta los mares tropicales.

En cualquier caso, lo conducente será explorar el sentido de los nuevos vectores de la geopolítica energética, que seguirá siendo motor de una industria  en la cual el componente estatal es y será ineludible para todos los protagonistas de ese mercado.

Ello nos toca directamente a los venezolanos, quienes no podemos ser espectadores pasivos de esos escenarios y, por el contrario, debemos continuar generando las iniciativas políticas, económicas, técnicas y geopolíticas que nos doten de los instrumentos indispensables para la defensa de nuestra soberanía sobre los recursos de nuestro subsuelo. UNASUR, Mercosur, ALBA, Petrocaribe, son nombres paradigmáticos de una voluntad política de reafirmación soberana.

CMP, junio 2014

 







 

THE SHALE GALE: "El vendaval de esquisto" (AIE 2014)


Malgeri: The Shale Oil Boom: A U.S: Phenomenon




Las proyecciones más optimistas: Citi Investment Research and Analysis







 

 

 







[1] Lenin, Vladimir Ilich El imperialismo, fase suprior del capitalismo, OBRAS, TOMO V (1913-1916). Edición: Progreso, Moscú 1973.   Hilferding, Rudolf 1910. El Capital Financiero, Editorial Tecnos S.A, Colección de Ciencias Sociales, núm. 29.Madrid, 1963.

[2]  O’Connor, Harvey, El imperio del petróleo, Ediciones Especiales, Imprenta Nacional de Cuba, La Habana 1961. Véase también: Sampson, Anthony, Las siete hermanas,  Grijalbo, Barcelona, España, 1977, Medvin, Norman, The energy Cartel, Vintage Books, Random House, 1974.

[3]  Tugendhat, Christopher, Petróleo el mayor negocio del mundo, Alianza Editorial, Madrid, 1969,  Blair, John M., The Control of Oil, Pantheon Books, New York 1974, Odell, Peter, Petróleo y poder mundial, Tiempo Nuevo, Caracas 1970.

[4] Bergier, Jacques y Thomas, Bernard, La Guerra Secreta del Petróleo, Colección Rotativa, Plaza y Janés, Barcelona, España 1968. Connant, Melvin y Fern Racine Gold, Geopolítica de la Energía,  Editorial Fraterna S.A., Buenos Aires 1980.

[5] http://money.cnn.com/magazines/fortune/fortune500_archive/full/1955/index.html

http://money.cnn.com/magazines/fortune/fortune500_archive/full/1975/

http://money.cnn.com/magazines/fortune/global500/2005/index.html,   http://money.cnn.com/magazines/fortune/global500/2010/index.html

[6] Harwich Vallenilla, Nikita, Asfalto y revolución, la New York & Bermúdez Company, Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano, Monte Ávila Editores, Caracas 1991.

[7] Rodríguez Campos, Manuel, Venezuela 1902: La Crisis Fiscal y El Bloqueo, Fondo Editorial de Humanidades y Educación, UCV,  Caracas 1983.

[8] O'Connor, Harvey, México el abanderado en Crisis Mundial del Petróleo, Ediciones y Distribuciones Aurora, Caracas 1962. Págs.

[9] O'Connor, Harvey, Venezuela, Dictadura y Democracia, en  Loc. Cit. págs. 142-154.

[10] Edwin Lieuwen, Petróleo en Venezuela, una historia. Cruz del Sur Ediciones, Caracas 1964.

[11] Angelier, Jean Pierre  La Renta Petrolera, Editorial Terra  Nova, México 1980, Mommer, Bernard, Renta del suelo e historia, Ferrán, Bernardo, Los precios del petróleo,  Banco Central de Venezuela, Colección de Estudios Económicos, No. 10, Caracas, 1982. Massarrat Mosen, Crisis de la energía o crisis del capitalismo.

[12] Mieres, Francisco, Una Crisis de Verdad Verdad, Mimeo CEAP, 1975. Pág. 1.

[13] Mieres, Francisco, Crisis Capitalista y Crisis Energética, Editorial Nuestro tiempo, México 1979.

[14] Meadows, D. l, Meadows, D. L., Randers J. y Behrens W. Los límites del crecimiento, Informe al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad Fondo de Cultura Económica, México 1972, Mesarovic, Mihajlo y Pestel, Eduard, La Humanidad en la Encrucijada, Informe al Club de Roma, Fondo de Cultura Económica, México, 1974.

[15] Herrera Navarro, Ramón, OPEP, Precios del Petróleo y Crisis Energética, Publicaciones FACES-UCV, Caracas 1977.  Tugwell, Franklin,  La política del petróleo en Venezuela, Monte Ávila Editores, Caracas 1975. Anzola Jiménez, Hernán La Crisis Energética, Sus Orígenes y su Desarrollo. Caracas, Colección La Alquitrana, N° 1, Oficina Central de Información / OCI.

[16] Jean-Marie Chevalier La Baza del Petróleo, LAIA  / paperback, Editorial Laia, Barcelona, 1974.

[17] Prensa Petrolera, Número Promocional, Caracas, mayo 1971.

[18]  Brannon, Gerard "Políticas Respecto a la OPEP", en “Energy Taxes and Subsidies: A Report to the Energy Policy Project of the Ford Foundation, Nueva York, 1974. Versión castellana mimeografiada, CEAP-FACES-UCV, Caracas, 1975.

[19]  Akins, James, "The Oil Crisis. This time the wolf is here". En Foreign Affairs, abril 1973. Versión castellana mimeografiada CEAP-FACES-UCV, Caracas, 1975.

[20] Mendoza Pottellá, Carlos, “PDVSA, estafa histórica. A propósito del golpe petrolero”, en Nacionalismo petrolero en cuatro décadas. Colección Senderos de Luz, Cátedra Petrolera “Gumersindo Torres”, Universidad del Zulia, Maracaibo 2010. Pág.  436.

[21] Bruce Jones, David Stevens, Emily O’Brien, Fueling a New Order? The New Geopolitical and Security Consequences of Energy. Project of International Order and Strategy at Brookings. Washington, marzo 2014.

http://www.brookings.edu/~/media/Research/Files/Papers/2014/04/14%20geopolitical%20security%20consequences%20energy%20jones/14%20geopolitical%20security%20energy%20jones%20steven_fixed.pdf

 

[22] Carter, Jimmy, Discurso del Estado de la Unión, televisado el 18 de abril de 1977.

[23] Mendoza Pottellá, Carlos "Apertura y Globalización, Mitos de la Postmodernidad". En Dimensión Económica de la Globalización, libro publicado por el Postgrado en Economía Internacional de la Universidad Central de Venezuela, Coedición Tropikos-UCV, Caracas 1999.     

[24] Vargas Suárez, Rosío, El papel de México en la integración y seguridad energética de Norteamérica. Centro de Investigaciones sobre América del Norte, Universidad Nacional Autónoma de México, marzo 2014.

[25] Foster, John Bellamy, "La financiarización del capital",  Artículo publicado en Monthly Review, vol. 58, n° 11, abril de 2007, pp. 1-12. Traducción de Joan Quesada. de Nueva York, 11 de marzo de 2007. Reproducido en la Revista BCV, Vol XXIV, 1-2010. Caracas.

[26] Al-Shereidah, Mazhar, La financiarización y convencionalización en el precio del petróleo. Colección Sendero de Luz, Cátedra Gumersindo Torres de la Universidad del Zulia. Maracaibo 2013. 

[27] Maugeri, Leonardo, The Shale Oil Boom: a US Phenomenon, The Geopolitics Energy Project, Belfer Center for Science and International Affairs, Harvard Kennedy School, Discussion Paper #2013-05. http://belfercenter.org

[28] Maugeri, Loc. Cit.

[29] Tom Whipple, Editor.  Peak Oil Review, 29 de mayo de 2014.  ASPO-USA, info@aspousa.org

[30] USC Price School of Public Policy, USC Viterbi School of Engineering, USC Global Energy Network, University of Southern California, Powering California, The Monterrey Shale & California’s Future. The Communications Institute, Los Angeles, California 2013. www.poweringcalifornia.org

[31]  Luis Sahagun, U.S. Officials cut estimate of recoverable Monterrey Shale Oil by 96%,  Los  Angeles Times,  21 de mayo 2014. /

 http://www.reuters.com/article/2014/05/21/eia-monterey-shale-idUSL1N0O713N20140521

http://topics.bloomberg.com/adam-sieminski/

[33] Spencer, Oliver Sartor, Mathi Cartereu, Mathilde, Unconventional wisdom: an economic analysis of US shale gas and implications for de EU. IDDRI STUDY Nº 02/14 February 2014 / Climate Institute du développment durable et des relations internationales, Paris, Francia. 

[34] International Energy Agency, OECD/IEA, World Energy Outlook,  2012.

[35] International Energy Agency , OECD/IEA, World Energy Investment  Outlook,  2014.

[36] US Information Administration, Petroleum Supply Monthly, abril 2014

[37] Bruce Jones, David Stevens, Emily O’Brien, Loc. Cit., Fueling a New Order? The new Geopolitical and Security Consequences of Energy…

[38] IHS Energy, Global Crude & Condensate Outlook, Annual Strategic Workbook, abril 2014, IHS Inc.

[39] Sarah O. Ladislaw, Maren Leed, Molly A. Walton, New Energy, New Geopolitics, Balancing Stability and Leverage. CSIS, Center for Strategic & International Studies, Washington DC, abril 2014.

http://csis.org/publication/new-energy-new-geopolitics   http://csis.org/files/publication/140409_Ladislaw_NewEnergyNewGeopolitics_WEB.pdf

[40] The Wall Street Journal,  21 de mayo de 2014.

[41]  Ulson Gunnar, Global Geopolitics and the Russia-China “Gas Deal of The Century”

Global Research, May 22, 2014 New Eastern Outlook.

http://www.globalresearch.ca/global-geopolitics-and-the-russia-china-gas-deal-of-the-century/5383286

[42] Grenon, Michel La Crisis Mundial de la Energía, Alianza Editorial, Madrid 19

 

http://mendozapottella.blogspot.com/

 

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