Semiótica de la Semiótica
Por Fernando Buen Abad Domínguez
No
se puede echar “campanas a vuelo” cuando se identifica una herramienta
científica (o una disciplina), como la Semiótica, sin haber pasado revista a
sus entrañas teórico-metodológicas y haber saldado algunos requisitos
indispensables para saber al servicio de qué o quién se pondrá, en la teoría y
en la práctica. La base de la producción de sentido está hoy en el debate
Capital-Trabajo.
No
es suficiente con invocar a la Semiótica como una actividad científica
“interesada por los signos”, ni es suficiente idear “nuevas” clasificaciones o
nomenclaturas que se agoten en el campo se las formas, sin explicar a qué
cuerpos semánticos e intereses son tributarias. No es suficiente la pura
descripción de los “signos” si se queda huérfana de historia, contexto y usos,
en el territorio de las tensiones sociales que son condición en el desarrollo
histórico de los seres humanos. No es suficiente el “estudio de casos” sin una
exploración profunda de sus móviles económicos, políticos y culturales. Hasta
hoy los semiólogos se han conformado con explicar los signos, y eso está muy
bien, pero de lo que se trata es de trasformar los medios y los modos de su
producción. Democratizar el sentido.
Atrapada
como ha estado la Semiótica en ciertos oscurantismos terminológicos, que la han
distanciado de la acción directa y transformadora sobre los problemas de la
Cultura y la Comunicación (haciéndola insufrible para algunos en inexpugnable
para otros), se hace necesario un esfuerzo emancipador para que la Semiótica se
emancipe también. Emanciparla del palabrerío y de ciertas élites para que se
haga carne en las luchas descolonizadoras (como lo pensaba Roberto Fernández
Retamar) y se exprese como una Guerrilla (Eco), una Batalla de las Ideas
(Fidel) y una Revolución capaz de abolir toda esclavitud semántica, sintáctica
y dialógica. Arrebatársela, también, a los positivistas de la “publicística”.
La
producción de “sentido” es tan vieja como la consciencia; la producción de
“sentido” es la consciencia práctica, la consciencia real del “sentido” que
existe sólo para los seres humanos en sociedad y que, por lo tanto, comienza a
existir en la construcción de la comunidad. Y la producción de “sentido” nace
como la consciencia de la necesidad expresiva en la tensión humana de las
relaciones sociales y de los intercambios. No hay emancipación posible de la
especie humana mientras no existan condiciones iguales para asegurarse, plena y
suficientemente, comida, bebida, vivienda y vestido… con calidad y cantidad
suficientes. La emancipación es un hecho histórico no una ilusión y sólo puede
lograrse cuando los modos y medios de producción hayan sido democratizados.
Nada de esto es obra sólo del pensamiento ni de las miles de formas de
representarlo. No es la semiósis (producción de sentido) lo que determina a la
vida, sino la vida misma la que determina a la semiosis.
Los
seres humanos son productores de semiosis, seres humanos concretos y activos
que se encuentran determinados por las condiciones sociales imperantes,
incluidas las condiciones que impone la ideología de la clase dominante. Por
eso, a los seres humanos corresponde llegar a producir todas las herramientas
que sirvan a su emancipación, no sólo en lo objetivo… también en lo subjetivo.
Ese debería ser el cometido supremo de la Semiótica. Y para eso se requiere dar
cuenta de la base concreta en la que se desarrolla, sus contradicciones y
desafíos, de lo general a lo particular y viceversa. Nuestro común denominador
global es padecer el capitalismo y eso no es sólo una calamidad “económica” por
cuanto que es también una calamidad ideológica (falsa consciencia) y es
Cultural por cuanto se refiere a la dominación (rentable) de las consciencias.
Aunque algunos creen, todavía, que esto es una exageración.
No
hay Semiótica “in vitro” descontaminada o inmaculada. Cada “escuela” o
corriente la ha impregnado con su “tendencia” (aunque los nieguen o lo
ignoren), sus principios y sus fines, sus procedimientos y sus conclusiones.
Algunos tienen la valentía de declarar (con orgullo o con culpa) sus herencias
y sus proclividades para bien o para mal, en contra o a favor de los intereses
humanos. Pero en general, la ética parece ser una disciplina frecuentemente
ausente en la mayoría de los productos de las Semióticas. Eso debe cambiar muy
pronto.
Es urgente producir una acción de conjunto,
con una base humanista sólida o de nuevo género (es decir no individualista ni
mercantilista). Bien pudiéramos coincidir en caracterizar los latifundios
semánticos con que el capitalismo ha construido su semiósfera planetaria.
Podríamos coincidir en la construcción, participativa y abierta, de un mapa
mundial de la semántica dominante en el que identificáramos los núcleos duros
del coloniaje mental que depreda las cabezas de los seres humanos. Producir
consensos sobre las amenazas y los engaños que nos taladran con sus falsedades,
incesantemente, para desmoralizarnos, desmovilizarnos y descapitalizarnos.
Identificar el modo de producción de sentido subordinado por la mentalidad
burguesa para que los pueblos no vean sus esclavitudes, las agradezcan y las
consideren una gran herencia para su prole. ¿”Conspiranoia”? “Cambridge
Analytica”, OTAN, CIA, Mossad, “Armas de Destrucción Masiva”… ¿Es poco
científico, es demasiado político?
Necesitamos otra Semiótica, que esta vez sea útil para decodificar todas las artimañas semánticas y sintácticas de la clase dominante; trasparentar sus núcleos ideológicos y la servidumbre de los “expertos” que se dejan asalariar para la esclavitud de las consciencias. Y, principalmente, generar todas las herramientas descolonizadoras que son indispensables para consolidar la aspiración, una nueva producción de sentido legal y legítima, obra de una especie humana dispuesta a ocuparse, principalmente, en emanciparse de toda esclavitud: sin amos, sin clases sociales sin penurias prefabricadas. Producir herramientas mundiales de emancipación masiva. ¿Es mucho pedir?
¿Hay un plan para encubrir los crímenes contra la Humanidad? Sí, se llama Capitalismo.
Por Fernando Buen Abab Domínguez
Quedarse
quieto es hacerse cómplice. Ésta no es una denuncia cómoda para tranquilizar
conciencias pequeño-burguesas. Es denuncia y es autocrítica. Mientras Trump y
sus jaurías criminales reprimen, humillan y encarcelan a familias de
"inmigrantes"; todos los Crímenes Estadounidenses se coagulan en las
injusticias fronterizas, la inmensa mayoría de nosotros aporta su cuota de
ignorancia, indolencia e inutilidad funcionales. Algunos claman a cielo y oran,
otros se subliman mentando madres, algunos hacen donativos, limosnas y gestos
compungidos. Otros más, alzan los hombros y siguen viendo sus noticieros
favoritos.
La
única solidaridad concreta ocurre desde abajo, de la mano del pueblo que mira
en el que sufre sus propios sufrimientos. Para no importunar al magnate de La
Casa Blanca, cientos de funcionarios se cosen la boca con hilos de burocracia y
silencian lo que les queda de consciencia para que el horror no les quite el
sueño. Algunos abogados fabricaron trincheras de "jurisprudencia" a
prueba de toda vergüenza, desde ahí pontifican deyecciones leguleyas expelidas
por el "Estado de derecho" y los "tratados
internacionales".
Se
exhiben muy pulcros para el tecnicismo y muy puntuales para la cobranza. Van y
vienen de congreso en congreso, de conferencia en conferencia, de burocracia en
burocracia… mientras los niños aprenden, tras las rejas, que viven en un mundo
donde ser pobre se castiga, no importa de dónde vengas ni qué edad tengas.
Castigo inclemente sin delito, sin juicio sin defensa. "La única forma
de salvar la vida de las personas detenidas es su liberación", dice el
periodista Jacob Soboroff, que ingresó a estas cárceles del Servicio de
Inmigración y Control de Aduanas (ICE) donde, ya en 2008, vio niñas y niños
encerrados en jaulas. Soboroff lo relata en su nuevo libro "Separated:
Inside an American Tragedy" (Separados: una tragedia estadounidense).
Es
uno más de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad, convertido en
mercancía "mediática". Mercancía del horror prefabricado por intereses
de clase a cuyo servicio está el Estado, para venderla en el mercado de la
dominación de una clase sobre otra. Esta vez usando a los niños, sin clemencia,
sin defensa, sin piedad. En el alma de esa violencia la complacencia de
gobiernos reformistas y oportunistas escupiendo a mansalva discursos
legalistas. Se descargan, minuto a minuto, ráfagas de violencia ideológica para
esconder la tortura a que son sometidos los más indefensos en el imperio
oligarca de la indefensión social. No importa el horario, no importa el tema y
no importa el impacto… siempre hay violencia a destajo contra niñas y niños
victimados tras las rejas del imperio. Y parece tan "natural". "Según
diferentes cables, en mayo ICE tenía a unos 184 menores, pero los activistas
creen que pueden ser más, después de trascender que el gobierno federal está
deteniendo a los niños en hoteles de Texas y Arizona antes de deportarlos a sus
países de origen."
Esto
no es una arenga contra la solidaridad genuina, es una reflexión contra esa
violencia infiltrada en las cabezas de los pueblos para naturalizar todo
lo que el capitalismo impone como modelo para mentalidades dóciles, cómplices
de las aberraciones del saqueo y la explotación que reinan planetariamente.
"Casi 2.000 niños han sido separados de sus padres desde que el fiscal
general, Jeff Sessions, anunció la política que determina que los funcionarios
de seguridad interna deriven todos los casos de ingreso ilegal a los EE.UU.
para procesamiento."
Esto es un llamado de atención no sólo sobre el papel que cumple el aparato de Estado y gobiernos gerenciadores de esclavitudes a diestra y siniestra, sino también contra las jaurías de burócratas que, con toda impunidad, violan los derechos humanos. El plan de exterminio contra las "familias de inmigrantes", desatado por Trump, es una declaración de guerra a la que debemos presentar frentes de lucha de todo tipo y a toda costa. Los niños y las niñas enjaulados no pueden defenderse y menos si encuentran otra forma de violencia agazapada en la indiferencia, la ignorancia y la apatía nuestras.
https://www.aporrea.org/internacionales/a293726.html
El Bloqueo es un Crimen de Lesa Humanidad
Por Fernando Buen Abad Domínguez
Según
la Organización de las Naciones Unidas (ONU), son crímenes contra la humanidad
los que constituyen ataques generalizados o sistemáticos a la población civil.
Son “crímenes de lesa humanidad” los exterminios, la esclavitud, la deportación
o expulsión forzosa, la privación de la libertad física e intelectual que viola
el derecho internacional. Son “crímenes de lesa humanidad” las torturas, las
violaciones, la prostitución y la violencia sexual, la persecución de un
colectivo (incluido su “linchamiento mediático”) por motivos políticos,
raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género; la
desaparición forzada de personas, el apartheid y otros actos que atenten contra
la integridad de las personas y de los grupos sociales. Por ejemplo el Bloqueo,
aunque lo llamen “embargo”. Antes de que los “puristas” de las clasificaciones
leguleyas alienten esperanzas de ensayar elocuencias escolásticas, sepan que no
tendrán lugar aquí. Es Delito de Lesa Humanidad todo cuanto atente contra la
vida, la libertad, los derechos y la dignidad de las personas… y los Bloqueos
son una de las formas de las guerras más alevosas, ilegales e ilegítimas, del
capitalismo aunque contraten o inventen ideólogos, tratados internacionales y
legislaciones para camuflarse.
Pero
combatir al Bloqueo no es asunto sólo “legal”, de poco han servido las decenas
de repudios internacionales en la ONU ni las proclamas airadas de las voces más
indignadas. La batalla contra el Bloqueo es una lucha política sin cuartel que
no se detiene a las puertas de las burocracias y que implica una batalla tenaz
y radical contra el capitalismo, su modo de producción y sus relaciones de
producción. Sin duda el capitalismo, en su desarrollo, luego de la Segunda
Guerra Mundial, produjo iguales o peores horrores contra la especie humana.
Produjo todo género de usurpaciones, invasiones y hurtos. Todo tipo de
engañifas, manipulaciones y humillaciones. Destrucción del planeta, de países y
de culturas. Vulgaridad, individualismo y racismo. Miseria, pobreza y
desamparo. Secuestros, usurpaciones y bloqueos. ¡Imposible maquillar tantos
horrores!. Las consecuencias empeoran y se comportan como pandemia. No hay
futuro para la humanidad bajo un sistema así. Y para castigar a quienes se
niegan a aplaudir sus horrores, el imperio impone sanciones, “embargos” y
bloqueos. Todo junto o separado, no son lo mismo. Son formas de una guerra
despiadada contra los pueblos y contra la humanidad. Por ejemplo, el Bloqueo
contra Cuba es el más prolongado que se conoce en la historia moderna. Aunque
ha sido condenado sinnúmero de ocasiones nada ocurre; lo mismo está sucediendo
contra Venezuela y contra todo aquel que intente desarrollar nexos de cualquier
orden con ambos países.
Algunos
se conduelen sólo por los “daños económicos” ocasionados por el Bloqueo, pero
es insuficiente para comprender y denunciar los estragos en los campos de la
salud, la educación, la vivienda, el trabajo y la cultura. El Bloqueo, es parte
de la Guerra Psicológica imperial contra toda rebeldía. No olvidemos la
obligación ética, que tenemos todos, de denunciar el ataque sistemático contra
el estado de ánimo de los pueblos sometidos al bloqueo. Está más clara que
nunca la urgencia de una nueva proclama planetaria por los Derechos Humanos,
esta vez despejando toda huella de individualismo (del solo lamento por los
derechos individuales) para ascender a una práctica humanista que aprenda a no
reducir los Derechos y, a cambio, aprenda a expandir, y profundizar, todas sus
nociones a su carácter social necesario. Es hora de habilitarnos con un
programa humanista mundial nuevo, con carácter vinculante, en todos los cuerpos
constitucionales y en todas las jerarquías éticas con que debe armarse una
justicia social verdadera que nos ponga a salvo de las formas despiadadas de
desigualdad, desamparo y marginación reinantes.
Necesitamos
una Declaración de los Derechos Humanos de nuevo género que condene al Bloqueo,
esta vez democrática, suscrita por las organizaciones de los trabajadores y
trabajadoras, aceptada por los movimientos sociales en pie de lucha contra la
separación de la humanidad en clases sociales. Un sistema humanista nuevo, de
capítulos subordinados a una concepción dinámica e integral, capaz de
perfeccionarse con su práctica objetiva y con la organización democrática
permanente de veedores, supervisores y controladores organizados en comités
éticos para el desarrollo de los Derechos y las Responsabilidades colectivas.
Romper con toda “letanía de falsa democracia” para verdaderamente democratizar
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, renovarla desde los
consensos. Es un paso obligado en el corto plazo. Romper con la idea de que tal
Declaración ha de mantenerse enjaulada en la verborrea diplomática, para
ascender a una que se vuelva “carne de las luchas” humanistas de base
socialista. Una Declaración de los Derechos Humanos que sea sinónimo de
fortaleza práctica sostenida con pensamiento crítico. Necesitamos una
Declaración de los Derechos Humanos revolucionaria, que incluya debates y
escrutinio de los pueblos contra sus opresores.
Hasta
hoy “Los derechos humanos —escribe Marx— son los derechos de miembros de la
sociedad burguesa, es decir, de individuos egoístas, separados de sí y de la
comunidad”… pero los derechos del ciudadano son “derechos que sólo pueden
ejercerse en comunidad. Su contenido es la participación en la comunidad, y
concretamente en la comunidad política, en el Estado”. Ninguno de los derechos
humanos trasciende en individuos replegados en sí mismos. Necesitamos una
Declaración de los Derechos Humanos que sea herramienta de crítica cotidiana,
cercana y en acción cuyas proclamas luchen en el sentido fundamental del
respeto inalienable por el trabajo: “todos los miembros de la sociedad tienen
igual derecho a percibir el fruto íntegro del trabajo” o a un “reparto
equitativo del fruto del trabajo”.
Necesitamos un acuerdo internacionalista, de las bases, para re-fundar los Derechos Humanos de manera esencialmente crítica contra el carácter sumamente limitado e inhumano de la lógica del capital. Para luchar contra el Bloqueo (contra toda forma de bloqueo) que constituye un crimen, flagrante y sistemático. Humanismo que sea más que un compendio de “buenos propósitos” filantrópicos; que sea una manera más de ascender a la práctica emancipadora. Como lo pensaba Marx, a la luz de la Historia, inseparable del contenido insuflado por las fuerzas sociales en sus luchas emancipadoras. Humanismo de “nuevo género” como acción deseable, posible y realizable para las fuerzas que se fundamentan en la democracia participativa y revolucionaria. Humanismo, hoy más necesario que nunca, para no sucumbir a la opresión ideológica más feroz implícita en la sustracción de plusvalía. Humanismo que no se detenga ante nada, que defienda a la naturaleza, que proteja al patrimonio cultural, que combata a los negocios de las guerras, de los bancos buitres y de los “mass media” máquinas de guerra ideológica. No traguemos más engaños, el Bloqueo es un Crimen de lesa Humanidad. Y hay que frenarlo, sancionarlo y obligarlo a reparar los daños, globalmente.
https://www.telesurtv.net/bloggers/bloqueo-crimen-lesa-humanidad--20210218-0002.html
¿La Crítica por la Crítica misma?
Por Fernando Buen Abad Domínguez
Desconectada
de las luchas sociales, sin lugar beligerante contra la opresión, la crítica
sirve de bastante poco. A lo sumo se reduce a una especie de “entretenimiento
ingenioso” para encontrarle “peros” a todo y ganarse unas palmadas, o unos
pesos, “espantando al burgués”. No se negarán aquí los talentos desplegados por
algunos “críticos” reconocidos (y temidos) en territorios diversos. No obstante
el brillo de los geniecillos críticos suele quedar eclipsado por el
individualismo que sofoca al talento con cataratas de egolatría. Toda esa
crítica solipsista conduce al aplauso de ellos mismos. Un
tedio.
Otra
cosa es la crítica, y sus métodos, inflamando las inteligencias populares con
escrutinios históricos, dialécticos, éticos y estéticos para fortalecer las
tácticas y las estrategias emancipadoras en la lucha de clases. O dicho de otro
modo: la fuerza de la crítica -que realmente importa- no está en las
contorsiones de los silogismos (o sofismas) lenguaraces, sino en la efectividad
de una fuerza del razonamiento sistematizado que esclarece el escenario de las
batallas y permite, organizadamente, ascender a la praxis victoriosa, sin
reclamar “derechos de autor” ni aplausos para la vanidad.
Aunque
estén de moda algunos centros promotores del “pensamiento crítico”, bajo
modalidades diversas en cursos, conferencias, talleres o guruísmos...
aunque se ofrezcan a crédito (o con “tarjetas de débito”) el asunto es,
también, cuánta crítica promueven para ejercer la crítica sobre ellos mismos. Y
generalmente no lo resisten. En las refriegas que libra el pueblo trabajador,
cotidianamente, contra las condiciones objetivas y subjetivas, impuestas por el
capitalismo, se necesita un arsenal creativo de dispositivos críticos capaz de
confrontarse a sí mismo en el terreno decisivo de la práctica emancipadora.
Crítica fraguada en la crítica de sí, como estrategia dialéctica de acción que
garantiza confianza en las organizaciones para las luchas decisivas que se
encadenan a diario. No sirven los corpus críticos escleróticos que
tanto gustan a las instituciones burocratizadas. No sirven los guiños críticos,
de autor, cincelados en el histrionismo de esgrimas lenguaraces. No sirve
cualquier cosa en una lucha cruda con objetivos precisos. Especialmente, no
sirve el santoral de los sabelotodo críticos, expertos en esconder o negar la
lucha de clases.
La
clase dominante se esmera en desactivar toda iniciativa de organización
transformadora, parida por las bases para emanciparse. Atacan, ridiculizan y
desfiguran todo aquello que toque las fibras íntimas de la propiedad privada y
la ideología de la clase dominante. Todo aquello que enriquece a los pueblos
con las armas de la crítica y la crítica de las armas. En esa guerra por
perpetuarse, el capitalismo compra o crea “expertos”, universidades, liceos,
academias, “think tanks”, iglesias y todo género de “opio” contra los pueblos.
Es decir, los arsenales de guerra ideológica que nosotros debemos someter al
campo de la denuncia y de la crítica científica y revolucionaria. O será nada.
O seremos nada.
Por
definición, todo autoritarismo es enemigo rabioso de la crítica que no puede
controlar. Y ha convertido su enemistad en pedagogía para que, a los oprimidos,
ni se les ocurra, por miedo o por ignorancia, cultivar las habilidades críticas
necesarias para la supervivencia de la libertad. Alguna vez se consideró,
incluso bajo el capitalismo, el desarrollo de las capacidades críticas como una
virtud de la educación y un logro “civilizatorio” indispensable en las
sociedades contemporáneas. Pero duró poco. El desarrollo de las industrias
bélicas, la manipulación de conciencias con las industrias mediáticas y el
saqueo económico global orquestado por las industrias bancarias... necesitó
anular de las cabezas y los corazones todo fundamento o aliento crítico que
pudiera exhibir la avaricia burguesa intoxicada de propiedad privada. Para eso
han satanizado, perseguido y linchado públicamente a los mejores talentos
críticos que han proliferado en las bases sociales y en las luchas
emancipadoras. Pero acosada, desfigurada o prostituida, la crítica tiende a
sobrevivir sacudiéndose los fardos ideológicos burgueses. Gracias a la fuerza
de las luchas hartas de saqueo y humillaciones.
Nuestros
arsenales con métodos críticos, no pueden ser armatostes para reverenciar
santorales ingeniosos. Por más que estén de moda en los corrillos iluministas.
Necesitamos municiones de crítica creativa e inagotable, lúcida y accesible,
profunda y portátil, perfectible y autosustentable. Que sea letal contra la
economía y la ideología de la clase dominante; que sea fértil en la
constitución dialéctica de nuestro programa humanista emancipatorio, que actúe
también y sobre sí misma. Un arma inédita para la emancipación de la
consciencia. La crítica, como herramienta en manos del pueblo trabajador, debe
ser un organismo vivo y producto social, que se necesita a sí mismo para
sobrevivir en el medioambiente idóneo que es el aporte y el avance.
El acto creador. Por eso es indispensable mantener ajustadas las agujas de sus
objetivos, mantener prístinas sus metas y no permitir las desviaciones o las
deformaciones que se infiltran al confundir la crítica con el pleito. La
crítica necesita sentido y dialéctica. Suele hacerse rancia si se la infecta
con cánones repetitivos, si se la aleja de la ciencia y si se dogmatiza. El
sentido de la crítica lo aporta la comunidad. La crítica no democratizada suele
ser sospechosa y falsa. Nos ha costado mucho aprender que la falsa crítica
sirve sólo para poner a la vista las partes que esconden a un todo.
Guardemonos
de incurrir en el error, añejamente encumbrado, de abrazar la crítica de
los amargos, por más sesuda que parezca. La lucha emancipadora no consiste
en propiciar torneos de odios razonados; no consiste en hacer de la amargura un
baluarte ni de la revancha un mérito. Y aunque predominen
los malestares como atmósfera tóxica donde prospera la crítica, es de
urgencia advertir que su fase de realización, su ascenso a la práctica, se
logra gracias a los combustibles de la alegría, del espíritu creativo,
colaborativo, participativo… organizado, que los pueblos saben darle a todo lo
que sueñan, y hacen, para el bienestar común. Se entronizó como un “cliché” la
imagen del “crítico” como un mal-encarado espécimen proclive a la intolerancia
y a la propagación de verdades a destajo. Pero la crítica debe ser,
necesariamente, una alegría. “La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”
A. Einstein
Hay una crítica que nace, crece y se transforma con el fin de fortalecer a la especie humana en sus luchas y la hay, contrariamente, la que se infiltra para desmoralizar, inhibir y desactivar luchas, luchadores y luchadoras. Nosotros requerimos de un método de crítica fecundo y muy dinámico, generado en todos los frentes permanentemente para que sea capaz de aprovechar las mejores herencias sin caer en emboscadas canónicas. Método de crítica revolucionaria en manos de los pueblos como bandera, como escudo como poesía. De todos, para todos y desde todos. “Deseable, posible y realizable”. (Sánchez Vázquez)
https://www.telesurtv.net/bloggers/critica-critica-misma-20210211-0004.html
Imperativos Categóricos Burgueses
Por Fernando Buen Abad Domínguez
No
se requiere un gran esfuerzo para identificar al autoritarismo ideológico
burgués. Basta y sobra con exhibirles sus contradicciones y aparecerá, volcánica,
una verborrea pagada de sí y exultante en argumentos de baja estofa pero
escupidos con gran confianza y seguridad. Todo ello con tonito didáctico y
cierta benevolencia dulzona propia de aquellos que se compadecen de los seres
inferiores y los conducen con “mano firme”, y generosa, por el sendero de sus
“razonamientos” univalentes, frecuentemente improbables y siempre autoritarios.
Infernal y nauseabundo producto ideológico burgués que nos acecha a diario. Hay
que oír a Claudio X. González y sus secuaces empresarios travestidos como
“políticos”(dicen). Es metástasis de la corrupción, el perfil demagógico de
empresarios que, “metidos en política”, adoptan vociferaciones mesiánicas. Y
las propagan por todos sus “medios”.
Operan
como “predicadores” dispuestos a dar por verdad categórica los eslóganes que
memorizan en cualquier almanaque de ferretería. Y a fuerza de repetir, con
aires de grandeza, su colección de palabrerío inflamado, llegan a creerse
“inteligentes”. Algunos, incluso, secuestran academias y organizaciones donde
se hacen acompañar por trotamundos demagogos iguales a ellos. Ostentan títulos
académicos y se premian entre sí y con frecuencia. Se creen
“autoridades”.
Uno
reconoce esos soberbios cuando los mira manotear, desesperadamente, cualquier
sofisma que sirva para no admitir sus equivocaciones. Encaramados en el reino
de las verdades auto-conferidas, no conciben un milímetro de autocrítica y
menos aún la posibilidad de pensar cómo piensan “los otros”. Dan por válidas
sus consignas más escleróticas y tiemblan de terror si hubieren de admitir sus
torpezas. Entonces redoblan la “superioridad” de sus “certezas”. Como si no
conociesen la duda, decía Borges. Derrochan “imperativos categóricos” confiados
en vencer al oponente a fuerza de imponerle necedades histriónicas antes que
admitir yerros. No hay peor cosa que un ignorante soberbio decía Lope de Vega.
Y razón le asiste.
También
la vida burguesa, cuando se infiltra en la cabeza del proletariado, suele
producir engendros ideológicos patéticos. Produce, por ejemplo, víctimas
reverenciales cuya libido se explaya repitiendo frases hechas y consignas
prefabricadas para anestesiar la realidad propia en contextos y épocas muy
diversos. Las víctimas aprenden las reglas del opresor: Todo antes que
interrogar sus premisas y sus conclusiones. Todo antes que reconocer las
diferencias y las diversidades. Todo para incensar sus preceptos y sus egos
infectados de mediocridad leguleya. De eso viven las palestras burguesas y de
eso aprenden mucho (a sabiendas o no) sus discípulos. Son ejércitos de la
ideología de la clase dominante en acción cotidiana. Metidos aquí y allá,
infiltrados en los medios y en los modos. Todos van armados, y armadas, con
espadas lenguaraces convencidos de que deben convencernos. Imponernos su
autoritarismo de egos histéricos y vendernos su mediocridad maquillada como si
fuese un logro civilizatorio.
Son
incapaces de razonar con evidencias (de hecho las excluyen o las tergiversan).
Son incapaces (literalmente) de pensar de manera “compleja”, considerando la
integración dinámica de cinco o más variables, cada una de ellas portadora de
vectores de clase en pugna, de historia, de matices y de identidades no subordinadas
a la estrechez de la ideología mercantil, lineal y rígida como los intereses de
la acumulación del capital. Sus razonamientos más humanos son refritos del
vocabulario filantrópico más banal, difundido en seminarios de auto-ayuda o
“coaching” empresarial. Mediocridad sublimada. Piensan que el centro del mundo
son ellos. “Entre esos tipos y yo hay algo personal” Serrat dixit.
En
algunos “informativos” los “periodistas”, arrodillados ante la burguesía,
aprendieron a leer en público “noticias” (manipuladas desde las oficinas
-gubernamentales o privadas- de espionaje e inteligencia) pero con tono
patronal. Asimilaron como “estilo exitoso” la locución “categórica” y a los
gritos, como si eso construyera verosimilitud y confianza en las audiencias,
(cada día más hartas de falacias y exageraciones mercantiles). Hablan como
“patrones de estancia”, terratenientes o señores feudales; hablan como hablan
los gerentes a sus vendedores, como hablan los generales a sus soldados, como
se le habla a quienes se piensa ignorantes, infradotados, tontos o simplemente
incapaces de producir los “méritos” necesarios para vivir con éxito burgués.
Hablan como el jefe le habla a sus asalariados. Hablan con autoridad burguesa.
Como habla Trump, ídolo de mercachifles.
Nos urge una Guerrilla Semiótica de acción directa, por todos los medios, para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para manipular consciencias. Al pie de la letra, palabra por palabra. Y además de las "vacunas culturales emancipadoras", necesitamos organizar las ideas y los valores producidos en las luchas por liberarnos de la explotación laboral, la sujeción al Estado que ha servido para reprimirnos, la pandemia de los anti valores que nos acomplejan, que nos excluyen estigmatizan… Guerrilla Semiótica contra las humillaciones burguesas proferidas, por ejemplo, en forma de iglesias, entretenimientos y chistes. Contra la estulticia bajo palabra. No somos lo mismo.
https://www.telesurtv.net/bloggers/Imperativos-Categoricos-Burgueses-20210105-0001.html
Semiótica de los Feminicidios. Cultura de lo macabro
Por Fernando Buen Abad Domínguez
“En
el comportamiento hacia la mujer, botín y esclava de la voluptuosidad común, se
manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí mismo… Del
carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser
y se concibe como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y
mujer es la más natural de las relaciones entre uno y otro ser humano”. Carlos Marx
Pocas
formas del asesinato poseen más carga simbólica que los feminicidios. En ellos
se coagula un poliedro de fenómenos históricos degradantes, cocinados en
las entrañas del poder hegemónico más podrido. Lo ya de suyo macabro, en lo
particular, trasciende y salpica al contexto mientras destruye los mejores
valores colectivos amasados durante milenios. En el asesinato alevoso de
mujeres, niñas o adultas, reina una moraleja pútrida que se ha dejado macerar
para que haga metástasis en todo el cuerpo social y nos deprima, nos agobie, nos
cancele todo futuro. No es un problema nuevo ni ingenuo. Se lo ha dejado
progresar para hacernos sucumbir en los pantanos del pesimismo donde no hay
salida porque convence al mundo de que las mujeres nada valen.
Hay
geopolíticas macabras emblemáticas, como las Muertas de Juárez, y también hay
paradigmáticos, como los crímenes incontables silenciados en la intimidad de la
gente “pudiente”, abrigada con impunidad mediática a fuego. Violencia de género
que siempre ha sido tolerada como un derecho de machos, cultivado en la
nervadura ideológica de la burguesía que fue siempre permisiva y siempre
impune. La violencia contra las mujeres en los hogares, en las parejas o en
cualquier forma de las relaciones de producción, no es otra cosa que un crimen
social tolerado largamente. No hay seguridad para las mujeres que conviven con
hombres orgullosos de ser violentos. Hay muchas patologías fúnebres en el
sistema patriarcal que se repite en las casas, las empresas, las oficinas, las
iglesias, las calles y en todo lugar. La mitad de los asesinatos de mujeres,
por razones de género, no se esclarece. ¿Hay que llamar a la palestra a Henri
Désiré Landru? ¿A Thomas De Quincey con su “On murder considered as One of the
Fine arts” (Sobre el asesinato considerado como una de las bellas artes)?
Si
alguien pretende reducir lo macabro del feminicidio a “episodios aislados”, de
“locura individual”; reducirlo a un tema de debate en sesudas “sobremesas” a
propósito de la violencia “de unos cuantos”, en vez de abrir el cuestionamiento
al capitalismo todo. Si alguien pretende tal reduccionismo, debe saber que
muchas mujeres morirán mientras nosotros discutimos porque, para ellas, la vida
depende de la comunidad, de la defensa colectiva de su integridad, de su cuerpo
y su dignidad. Y tal defensa depende de destruir el poder patriarcal hegemónico
desde sus fuentes ideológicas, en sus fuerzas opresoras concretas y en el
consenso ético y jurídico que lo protege; desde la familia y en su forma más
horrorosa del Estado Nacional que perpetúa la supremacía machista para, a
través de la violencia, lograr la posesión, la colonización y la destrucción de
las mujeres. Buñuel lo retrató muy bien en más de una de sus películas.
La
violencia que asesina mujeres es un producto más de la ideología de la clase
dominante infestada con mentiras y perogrulladas. Se trata de violencia basada,
incluso, en el miedo a que las mujeres sean “superiores”. Eso es intolerable
para el poder machista. El asesinato de mujeres tiene relación íntima con un
sistema social basado en desigualdades por el hecho, incluso, de pertenecer al
“sexo débil”. Es un problema creciente. Históricamente se aceptó que el vínculo
entre hombres y mujeres conlleva una licencia para abusar. Fueron silenciados
miles de episodios de violencia real, plenamente asimilada en la vida
cotidiana. El extremo de esa pedagogía de la violencia es el permiso reservado
para la industria de la pornografía que vende la imagen de mujeres dispuestas
siempre a soportar, una y otra vez y para siempre, cientos y cientos de
vejaciones. Estímulo audiovisual para la violencia sexual, la violación y el
asesinato perpetrado, en el fondo, por los valores morales del establishment
retrógrado que mercantiliza a las mujeres y las somete al absolutismo lujurioso
del placer machista… hasta el asesinato. Un placer de la carne humana en su
forma más deshumanizada. Como ocurre en muchos matrimonios.
No
es ilógico que, en cada feminicidio, esté anidada una moraleja y una simbología
contra la sociedad condenada a ser esclava de la supremacía conservadora que
es, a su vez, un campo de concentración ideológico lleno de víctimas muertas. Y
nadie parece poder frenarlo. Falta mucha investigación sobre las causas, de
manera fundamentada y rigurosa. Investigaciones históricas en torno al feminicidio
sobre un escenario histórico de desigualdad genérica. Son asesinatos que
simbolizan la misógina extrema, e histórica, orientada a producir más
explotación y más subordinación de las mujeres. El significado es tan terrible
por lo complejo como por lo macabro. Simboliza la moral de los cuchillos, las
pistolas y las trompadas destinadas a la piel de las mujeres reducidas a un
genital despreciado que puede herirse bajo la complicidad cultural del
establishment. El mensaje lumpen del feminicidio es “que no importa lo que le
hagan a una mujer y de cuántas maneras la lastimen, a ella le va a gustar”
(Andrea Dworkin). Hay un cancionero amplísimo que lo avala y lo repite hasta el
hartazgo. Con tríos, mariachis, reguetones o bandas de rock.
He
aquí el tiempo de los asesinos. Es una atrocidad histórica como las bombas
sobre Hiroshima y Nagasaki, como Vietnam o como Irak. Son crímenes de lesa
humanidad que simbolizan violación, mutilación y humillación, usadas con placer
de clase incluso promovidos por los “mass media”. Es la industria de una
semiótica fúnebre generada como insulto de clase contra la conciencia humana.
Las muertas se reducen a estadísticas que nadie quiere conocer y se apilan en
una zona oscura de la memoria colectiva para que no estorben antes, durante y
después del asesinato próximo. Por cierto la palabra feminicidio también sirve,
paradójicamente, para esconder el horror parido por el capitalismo. Por eso la
difunden con furor algunos moralistas conservadores que se escandalizan, sólo,
mientras llega la publicidad de turno. En los feminicidios habita la violencia
como solución final que evidencia el anhelo de dominar al otro aniquilarlo.
Ejercicio de un poder auto conferido para conducir a la víctima a la
totalización de la negación. Poder enano pero poder omnipotente cuya violencia
es siempre respuesta aterradora ante el exhibicionismo del poder así sea
efímero y robado.
¿Qué
significa esto? Una sociedad que tolera y no combate, decididamente, la
degradación humana, la violencia y el asesinato, fomenta lo macabro y lo hace
crecer. Nos acostumbra a que nada de esto es “grave”, que es parte del
“paisaje”, que es una calamidad con la que vivir sin escandalizarse. Que ya
nada importa, ni el saqueo, ni la explotación, ni la corrupción. Es el marco
perfecto para toda degradación imaginable. Pero la vida es otra cosa y no se
debe bajar la guardia, hay que identificar el dolor de la brutalidad
sistematizada y luchar organizadamente en su contra. Gran parte de ese dolor es
ocasionado por un sistema económico e ideológico diseñado para someternos a
todas las patologías del poder. En lo general y en los casos específicos. Es
vital luchar contra los feminicidios antes de que la indolencia nos haga
cómplices de la lógica que asesina a mujeres. Y pueblos.
Todos
los asesinatos de mujeres dejan una marca indeleble en la memoria de los
pueblos, dejan tatuada una referencia que desnuda a la cultura y a los valores
dominantes. Los asesinos actúan impregnados con los tufos más fétidos y
complejos de la ideología del poder dominante y son criaturas dolidas de ser
“la gente normal”, de ser humanos de carne y hueso pero hambrientos de poder.
Los feminicidios son intentos de dominación monstruosa cuya empatía mediocre
conduce a la nada del otro, a la condición de víctima irremediable ahogada con
el carisma ideológico del verdugo. La víctima es la realización del exterminio
pletórico de un rol macabro en el proceso morboso del homicida y cierta
fascinación insólita de origen social siempre en la lógica criminal. Funciona
como alegoría amarga de la realidad política, su cultura y valores. Es un
poderoso tufo de brutalidad a veces disfrazado de amor.
Es
urgente desarrollar la investigación, el interés semiótico por el homicidio de
mujeres. Desarrollar la crítica de cuanto signifique para ser intervenido
semióticamente. Cuando un feminicidio está en desarrollo (antes, durante y
después de cometido) llega a nosotros inyectado semánticamente con todos los
medios. Necesitamos una teoría de acción semiótica que identifique que el asesinato
como “sentido” destinado a causar golpes de azoro ¿de qué, a quién? A la
víctima al victimario, a quien analice los hechos y sienta compasión por el
dolor ajeno y el temor por sufrir lo que lo conduzca a cierto estado de miedo.
La representación del asesinato y su realización verdadera deben conocerse
desde sus entrañas semánticas. En el alma de las primeras expresiones de pena
por quienes han perecido, en el epicentro del tiempo, en la vehemencia de la
pasión donde es inevitable examinar y evaluar los aspectos textuales y
contextuales, su estética, sus valores comparativos, los móviles y fuentes.
Semiótica del feminicidio en las circunstancias que lo hacen índice de
efectos sociales, misterio, venganza…dominio.
Semiótica
de los actos secuencias en un feminicidio como plan de horror sobre un plano de
las ideas que se ha hecho “natural” porque aniquila y degrada la grandeza de
los seres humanos, porque exhibe cierta naturaleza humana abyecta y humillante.
Semiótica de la víctima que no lo es sólo del asesinato sino de la cultura,
también, de sus sentimientos, del pensamiento, del flujo y reflujo de la pasión
criminal sistémica encarnada en un asesino que, también, es víctima del proceso
de la muerte generada y que lo aplasta todo con su mazo ideológico. En el
asesino habita una semiosis violenta como tormenta de pasión, celos,
ambición, venganza, odio… un infierno en él; y donde nosotros todos
habitamos Sale por la tele.
Nos
urge una mayor sensibilidad científica ante el horror. ¿Cómo enfrentar
semióticamente algo que condenamos moralmente? ¿Todos podríamos sentir impulsos
homicidas en algún momento? Nos urge una semiótica detective, crítica que
intervenga y transforme. No aceptemos ser superficiales, semiótica como
instrumental para desactivar las emboscadas ideológicas burguesas y los fines
que fomenta, la cultura, las facultades del espíritu feminicida capitalista que
se infiltra en la poesía, la pintura, la música, el cine, que representan el
asesinato y crean un placer -y no un rechazo- por tantos crímenes a destajo
exhibidos como entretenimiento en todos partes. Placer por el espectáculo mismo
de matar, que sea perfecto e impune, el crimen perfecto. Cuando alguien asesina
a una mujer, muere su racionalidad íntegramente, su racionalidad creativa, interactiva,
plural, dialéctica. Aunque pase en las películas o en las series de Netflix o
de Amazon. España
Por
ejemplo, los niños que se exponen excesivamente a la violencia en la televisión
tienden a ser más agresivos. Algunas veces, el mirar un sólo programa violento
puede aumentar la agresividad. Los niños que miran espectáculos en los que la
violencia es muy realista, se repite con frecuencia o no recibe castigo, son
los que más tratarán de imitar lo que ven. Los niños con problemas emocionales,
de comportamiento, de aprendizaje o del control de sus impulsos puede que sean
más fácilmente influenciados por la violencia en la TV. El impacto de la
violencia en la televisión puede ser evidente de inmediato en el comportamiento
del niño o puede surgir años más tarde y la gente joven puede verse afectada
aun cuando la atmósfera familiar no muestre tendencias violentas. Esto no
indica que la violencia en la televisión sea la única fuente de agresividad o
de comportamiento violento, pero es ciertamente un factor contribuyente
significativo. (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry)
La
esencia humana reclama su emancipación revolucionando las relaciones sociales.
Eso requiere un humanismo producto de su propia praxis transformándose también
en sus propias circunstancias. Humanismo pleno, histórico y creador. Tal
humanismo no pudo nacer sino en el corazón mismo de la barbarie capitalista, es
su contradicción más aguda. Está llamado a ser fuerza emergente superadora de
una etapa histórica mayormente “deshumanizada”, vergonzosa y macabra. Humanismo
que debe recoger lo mejor de los seres humanos para hacerse nuevo en nosotros y
con nosotros. Humanismo como una concepción lógica de la política y como ética
de lo colectivo. Una idea de lo humano que, por tanto, al no echar la filosofía
por la borda, permite distinguir con claridad los territorios de sus luchas más
concretas e inmediatas. De lo que se trata es de acrisolarlo en la praxis.
Estamos a tiempo. Lo peor que puede pasarnos es ser derrotados por la
irresponsabilidad, propia y ajena. Ya tenemos suficientes diagnósticos sobre la
guerra mediática burguesa; ya tenemos suficientes consecuencias deleznables y
excesiva mediocridad y miseria comunicacional. Ya sabemos cómo se entrena, se
organiza, se financia y celebra los triunfos la clase que domina las riquezas,
el trabajo y las cabezas de la inmensa mayoría de los seres humanos. Ya sabemos
de qué es capaz, en lo objetivo y en lo subjetivo, la ideología de la clase
dominante para garantizar la enajenación, el saqueo y la explotación.
Urge una guerra abierta contra los prostituyentes, proxenetas y puteros (disfrazados de lo que se disfracen) que reducen a las mujeres a objetos de posesión para cumplir fantasías y placeres que las convierte en “bienes y servicios”. En las sociedades capitalistas hay emboscadas simbólicas (juzgados, fiscalías, academias, iglesias…) que disfrazan al asesino y lo convierten en derecho de dueños o “clientes” de mujeres que en realidad son cómplices activos de la “industria” del odio que crece y se multiplica en feminicidios. Un sistema de “consumidores” de mujeres. Aunque asesinen.
https://www.telesurtv.net/bloggers/semiotica-feminicidios-cultura-macabro-20201127-0009.html
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