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Alberto Fernández: Liderazgo y relaciones internacionales

 


Alberto Fernández: Liderazgo y relaciones internacionales

Por Micaela Ovelar

El presidente argentino, Alberto Fernández, ya transita los primeros meses de su segundo año de mandato, que va desde diciembre de 2019 hasta diciembre de 2023; sin embargo, a nivel nacional, aún no ha logrado consolidar un liderazgo propio, algo que llama bastante la atención en los espacios de poder internos del Estado y la sociedad argentina, puesto que tradicionalmente los actores políticos que se generan dentro de la corriente político-electoral conocida como “peronismo”, siempre han construido tipos de gobiernos y liderazgos muy personalistas.

Recordemos que Fernández llega al poder de la mano de una concertación de partidos, fuerzas y espacios políticos agrupados en la coalición “Frente de Todxs”, creada para participar de las elecciones presidenciales de 2019, y conformada principalmente por tres sectores políticos: el Kirchnerismo, liderado por la ex presidenta y actual vicepresidenta ejecutiva Cristina Fernández, el Frente Renovador, liderado por Sergio Massa, corriente conocida como Massismo, y el Justicialismo, fundado por el “gran conductor”, Juan Domingo Perón, partido al que hoy muchos catalogan de tendencia “progresista socialdemócrata”.

A este frente se sumaron otras fuerzas e incluso otras corrientes políticas fuera del amplio espectro peronista arriba mencionado: partidos radicales, partidos de raíces comunistas, los sindicatos más importantes del país, movimientos sociales, y gobernadores e intendentes que aportaron votos movilizando el aparato electoral en el terreno provincial y local. Todas estas manifestaciones en realidad respondieron a dos llamados: el de la mayor figura política del país, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), y al rechazo al Macrismo, que representaba la continuidad de las políticas neoliberales.

A la fecha, el actual presidente argentino no ha logrado salir de la sombra de CFK y, en realidad, más allá de que compartan los estandartes de la justicia social y las bases peronistas, sus modelos de país, de integración regional y de relaciones internacionales son diferentes. Así las cosas, una de las mayores prioridades de orden político para Alberto Fernández, en 2021, será: construir un liderazgo genuino que le permita afianzar su gobierno a nivel doméstico. Para ello, apunta a una agenda internacional que, en la región latinoamericana y caribeña, ha iniciado con las recientes visitas a Chile, el 26 y 27 de enero, y a México, del 22 al 24 de febrero de 2021.

En este artículo analizaremos los puntos que consideramos más destacados de la agenda política del presidente Alberto Fernández en la nación chilena. Valga decir que esta visita fue muy cuestionada en los sectores de izquierda y progresistas argentinos por considerar que Chile y en especial el presidente Piñera no podría aportarle nada positivo ni al presidente y a la República Argentina. Veremos que no todo es blanco o negro, la política es un prisma que tiene todos los colores.

Las relaciones bilaterales Argentina-Chile son históricas y estratégicas a ambos lados de la Cordillera de los Andes. De hecho, el proceso independentista y la conformación de los Estados nacionales latinoamericanos unen estrechamente a estos países, pues, como diría el presidente Fernández, durante su visita, ambos Estados se encuentran “indisolublemente unidos”, o, como también lo remarcaría el presidente chileno Sebastián Piñera, la expedición emancipadora encabezada por el prócer argentino, el Libertador José de San Martín, fue decisiva para la independencia de Chile.

Estos acontecimientos históricos son ciertamente importantes, sin embargo, en la actualidad, Chile y Argentina, países que comparten la tercera frontera terrestre más extensa del planeta (más de 5 mil kilómetros de longitud, distancia que podría aumentar exponencialmente si se considera la zona marítima y los territorios antárticos), aparentemente no tienen tanto en común. En materia económica, Chile no mira al mercado latinoamericano con interés ni simpatía, sino que está enfocado en China, la Unión Europea, y Estados Unidos, eso explica, en parte, porque la balanza comercial (exportaciones e importaciones) entre Argentina y Chile, representa menos del 5%, y, en el caso de Brasil, la primera económica de América Latina, menos del 7%.

En cuanto a la Inversión Extranjera Directa (IED) aquí se da un cambio inversamente proporcional. Los capitales chilenos han elegido a Argentina como segundo destino de sus inversiones en la región y en el mundo (el primer lugar lo ocupa Brasil). De acuerdo a la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales de Chile (Direcon), más de 40 empresas de capital chileno, de diversos sectores, se encuentran radicadas en suelo argentino; sin embargo, desde que Fernández asumió las riendas del país algunas de las empresas chilenas más emblemáticas han comenzado a “hacer las valijas”, entre ellas, LAN-Argentina, filial de la aerolínea LATAM, y Falabella, una especie de versión chilena de Ikea.

Sobre esto, la Confederación de la Producción y del Comercio chileno ha manifestado que “en Argentina existe un claro sesgo anti mercado y anti empresa”, a la vez que responsabiliza de ello a los gobiernos kirchneristas. Además, el sector empresarial chileno sostiene que ante el temor que la administración de Alberto Fernández siga esa misma dirección, han iniciado una lenta retirada del mercado argentino. Desde nuestro punto de vista, la realidad es una muy distinta: la economía global está en crisis, mucho antes de la llegada del Covid19, aunque ciertamente l Coronavirus ha empeorado la situación: La caída abrupta de la producción, la devaluación del dólar estadounidense, la reducción de las ganancias y, en muchos casos, la obligación de mantener los puestos de trabajo para mínimamente asegurar el ingreso básico de la fuerza laboral es a lo que realmente le están escapando los grupos económicos, que retiran sus capitales de los mercados más golpeados por la recesión mundial.

Frenar este efecto domino y cambiar la matriz de opinión empresarial sobre la capacidad del gobierno argentino de generar confianza económica, y hacerlo precisamente desde el -aún hoy- corazón del neoliberalismo latinoamericano, ha sido una de las razones por las que el presidente Fernández se reunió en Santiago de Chile con líderes empresariales, inversores y productores chilenos. Recordemos que también otras empresas de distintos países han comenzado a cerrar sucursales en territorio argentino: Walmart, Nike, Qatar Airways, Emirates, Norwegian, BASF, Glovo, Danone, son solo algunas de ellas. Siendo así, si el presidente Fernández logra cautivar y convencer a los inversionistas chilenos de quedarse o volver a Argentina, esto podría tener replicas positivas en otros mercados y empresas.

En este escenario, a decisión del mandatario argentino podría ser interpretada como pragmática, pero hay que entender que no toda Inversión Extranjera Directa (IED) es necesariamente deseada ni positiva para todos los países por igual. La IED debe tanto regirse por la normativa legal como respetar los proyectos de desarrollo nacionales y soberanos. Así que, con este llamado a los empresarios chilenos y de otros países, Alberto Fernández, no está siendo totalmente abierto ni entreguista, en términos económicos, como algunos medios han querido posicionar. La noche es joven y aún la pandemia está lejos de terminar…

Otro tema a analizar de la visita de Fernández a Chile, ya en el orden político y si se quiere un aspecto más evidente, tiene que ver con el hecho de que ambos presidentes son de posiciones políticas antagónicas. Entonces ¿Por qué estrechar manos con Piñera, la expresión más pura del neoliberalismo en la región? Aquí puede haber varias lecturas, una de ellas, es que mira a Chile porque no puede mirar a Brasil, la verdadera potencia económica de América Latina y “socio natural” en el Mercosur. Las relaciones bilaterales y presidenciales entre Argentina y Brasil, se encuentran en el peor momento del siglo XXI, por no decir de toda su historia republicana. Esto obedece más a Bolsonaro que a otra cosa, el presidente brasileño apostó todas sus fichas a un solo número: Donald Trump. Ahora Bolsonaro está huerfano y enfrentado a todo el mundo.

Podrán decir, con razón, que Piñera no es tan diferente a Bolsonaro, recordemos la brutal represión que sufrió el pueblo chileno cuando, en octubre de 2019, salió a las calles para reclamar por el aumento de transporte público. El estadillo social, que cobró dimensiones impensadas, terminó clamando por el fin del modelo neoliberal imperante en el país desde que Pinochet derrocó al presidente Salvador Allende en 1973. Todo esto es cierto, pero es precisamente este el contexto en el cual el presidente Alberto Fernández visitó Chile, es decir, lo hace en el marco de la redacción de una nueva carta magna que abre la posibilidad de una nueva constitución sirva de base fundante de un nuevo Estado, que cambie el modelo económico neoliberal y que contemple -al menos- algunas de las principales demandas sociales del pueblo chileno: salud pública, educación gratuita, derechos humanos y justicia.

Así fue que, a las puertas de las elecciones presidenciales chilenas, que se celebrarán durante el mes de noviembre de 2021, Fernández se reunió, en plena visita oficial, con opositores al gobierno de Piñera. Al respecto de ese encuentro, la diputada del partido comunista chileno, Karol Cariola, declaró “el presidente (argentino) nos hizo un llamado a aprender de los procesos que se están dando en América Latina, incluso nos habló del proceso argentino, que para ellos no fue fácil lograr reencontrarse desde sectores que les permitieran recuperar el gobierno frente a uno reaccionario, neoliberal, de derecha, como el de Mauricio Macri”.

De este modo, Alberto Fernández logró, junto a uno de los líderes regionales más contrario a su perfil político, Sebastián Piñera, hacer un llamado a la unidad y a la hermandad latinoamericanas; generar confianza en los inversionistas o asegurar unas reglas de juego más favorables para los empresarios chilenos, con el objeto de parar el éxodo de inversionistas extranjeros del país; y reunir a la oposición chilena, advirtiéndoles de la importancia de la unidad de las fuerzas de centroizquierda o progresistas de Chile con la mira a la redacción de la Constitución Política y a las elecciones presidenciales, ambas citas clave para la democracia chilena y para construir una alternativa al modelo neoliberal en nuestra región. Estos podrían ser los primeros pasos en la construcción de un “Albertismo” puro, es decir, líneas que van a ir definiendo las características del liderazgo nacional y regional del presidente argentino.

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