Malestar Global
Por Noam Chomsky
“Si queremos cambiar
las cosas, tendrá que ser mediante la cooperación, la solidaridad, la comunidad
y el compromiso colectivo”. Noam Chomsky, en conversación con David Barsamian,
habla sobre las problemáticas más acuciantes del mundo contemporáneo.
A sus noventa años,
Noam Chomsky sigue siendo una de las voces más pertinaces, activas y lúcidas
entre los intelectuales de izquierda del mundo contemporáneo. Malestar
global reúne doce entrevistas hechas por David Barsamian –escritor,
periodista, director y fundador de Radio Alternativa, de Estados Unidos– a
Chomsky, en las que reflexionan sobre las que considera las problemáticas más
acuciantes e impostergables de la esfera internacional, trazando una
radiografía puntual, erudita y sin concesiones sobre el mundo.
En las entrevistas
incluidas en este nuevo libro, editado por Sexto Piso, Chomsky examina los
últimos acontecimientos que tienen lugar alrededor del globo: el ascenso del
Estado Islámico, el alcance del Estado policial que se ha instrumentado poco a
poco en el ciberespacio, el malestar social ante políticas económicas –como las
que emanan de la Troika en Europa– que incrementan la brecha de la desigualdad social,
los conflictos en Oriente Medio y, por supuesto, el ascenso de Donald Trump a
la presidencia de Estados Unidos. En notas más personales, también aborda su
propia infancia en Filadelfia –la relevancia para su formación de una librería
de segunda mano en el Nueva York de los años treinta, antes de cumplir los diez
años de edad– y su trayectoria hasta convertirse en el disidente número uno de
Estados Unidos y del establishment.
Este extracto es una
conversación entre Chomsky y Barsamian sobre la migración, la legalización de
drogas; las alianzas políticas y sistemas que imponen control sobre la
sociedad.
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La petición también
menciona los beneficios de la inteligencia artificial. ¿Cuáles podrían ser esos
beneficios?
Sería bonito que un
robot nos limpiara la casa, nos preparase la comida y condujera nuestro coche.
Los robots pueden ser útiles, y a veces hasta muy útiles: por ejemplo,
reemplazando a los humanos en tareas muy peligrosas que entrañan exposición a
radioactividad y otros riesgos, o sustituyéndolos en los trabajos aburridos y
rutinarios. En mi opinión, los sistemas que mejoran nuestra capacidad de vivir
una existencia plena, decente y productiva son bienvenidos.
Estamos presenciando la
mayor migración humana europea desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué
opina de esta creciente catástrofe humanitaria?
Lamentablemente se
producen numerosas catástrofes, aunque no deberíamos exagerar su escala.
Kenneth Roth, del Observatorio de Derechos Humanos, ha señalado recientemente
que si consideramos el número total de refugiados que intentan llegar a Europa,
se encuentra por debajo del 1 % de la población.
¿De la población
mundial?
No, de la población europea.
Para algunos países, como Alemania, esta afluencia es bienvenida tanto desde un
punto de vista económico como social. Los refugiados, sobre todo los
procedentes de Siria, son personas cultas, de clase media, con formación.
Alemania tiene un problema demográfico. La sociedad no se reproduce, por lo que
hay una carencia de jóvenes cualificados. Ésta es una de las razones de que
Alemania muestre una actitud abierta, en comparación con otros países de
Europa.
También otros países
han acogido refugiados, ¿verdad?
Sí. Líbano, por
ejemplo, un país pequeño y pobre: actualmente es posible que un 4 % de
su población sean refugiados. Irán acoge refugiados y también
Jordania, en un número elevado. Turquía ha recibido una gran cantidad
de refugiados sirios. La propia Siria los aceptaba, hasta que empezó a
desmoronarse.
También hay países que
generan refugiados. La invasión estadounidense de Irak creó numerosas
crisis, entre ellas el ascenso del Estado Islámico, pero también numerosos
refugiados. Nadie sabe exactamente cuántos, aunque es muy probable que
asciendan a uno o dos millones, además de un par de millones de desplazados
dentro del país. Los refugiados huyen de Irak. Huyen de Afganistán. Huyen de
Libia después de que la destrozáramos.
Por tanto, hay
países que aceptan refugiados, hay países que los generan, y también hay países
que los generan y luego se niegan a aceptarlos, como nosotros. Quizá
acojamos a unos pocos miles, pero es una cantidad ínfima si se compara con el
número de refugiados que crean nuestras acciones. Puede afirmarse lo mismo del
Reino Unido o Francia, a menor escala.
Hay que recordar que
los refugiados no vienen porque quieran. En realidad, las Naciones Unidas han
solicitado ayuda humanitaria para que los refugiados puedan quedarse donde
desean, cerca de sus países de origen. Pero sólo han conseguido la mitad de la
ayuda solicitada. El modo más humano y constructivo de tratar a los
refugiados es contribuir a que permanezcan en o cerca de sus propios países. Lo
que implica proporcionar recursos, ayuda y, si fuéramos honrados,
indemnizaciones, porque tenemos mucho que ver con las causas de la huida y la
migración.
Durante lo que se
conoció como la crisis de refugiados de Estados Unidos, que se inició en 2014,
el mayor grupo de personas huía de Honduras. ¿Por qué Honduras? Bien, es un
país pobre sumido en la violencia y la destrucción generalizadas, pero dicha
violencia aumentó considerablemente después de 2009, cuando un golpe militar
derrocó al gobierno parlamentario. EE.UU. fue prácticamente el único país que
apoyó y legitimó el golpe, que tuvo como consecuencia un acusado incremento de
los asesinatos y la represión, por lo que la población empezó a huir. Apoyar
un golpe militar tiene sus consecuencias. Al igual que hay consecuencias cuando
se bombardea y destruye Libia, o cuando se invade Irak y lo haces trizas.
África suele pasar
desapercibida, sobre todo el África subsahariana. Sin embargo, es el epicentro
de guerras y destrucción. ¿Por qué no nos llegan más noticias de allí?
Hay una considerable
presencia militar estadounidense en África, como ha denunciado el periodista
Nick Turse, pero sí que suele pasar desapercibida, como dices. Estados Unidos
ejecuta operaciones militares a una relativa pequeña escala y no hay muchas
tropas americanas involucradas, por lo que apenas se la menciona. La verdad es
que no tenemos constancia de muchas de las atrocidades que suceden allí.
¿Cuántas noticias nos llegan, por ejemplo, del este del Congo, que es
probablemente la zona más desastrosa del mundo? Allí han asesinado a millones
de personas.
La elección de lo que
se difunde o no guarda relación con los intereses de nuestro país, no con lo
que es importante.
En este aspecto, uno de
los temas de más envergadura es Arabia Saudita, a la que no se vigila como es
debido, considerando sus políticas actuales.
Arabia Saudita es un
Estado violento y agresivo. Su bombardeo de Yemen está provocando una
grave crisis humanitaria. No sólo bombardea, sino que bombardea
indiscriminadamente.
Hillary Clinton, que no
es precisamente una radical, afirmó: «Los donantes de Arabia Saudita son la
fuente de financiación más importante de los grupos terroristas suníes de todo el
mundo». ¿Cómo es posible que este régimen feudal, homófobo y misógino haya
acabado siendo uno de los principales aliados de Estados Unidos?
Hay una palabra que lo
explica: petróleo. Arabia Saudita es el principal
productor del mundo. Y también cuenta que son obedientes. Se trata de una
tiranía gobernada por una familia. Desde que se descubrieron grandes depósitos
de crudo en la década de 1930, se convirtió en un aliado de primera. De hecho,
durante la Segunda Guerra Mundial se produjo un conflicto entre el Reino Unido
y Estados Unidos sobre quién controlaría el petróleo saudí. Los británicos
habían sido el principal actor de la región antes de la guerra, pero Washington
los apartó y se hizo con el control de las inmensas concesiones petroleras
saudíes. Estados Unidos sigue siendo la fuerza dominante en Arabia Saudita y
les envían armas por valor de miles de millones de dólares.
Lo que Hillary Clinton
afirmó es correcto. Una comisión parlamentaria europea llegó prácticamente a la
misma conclusión: la financiación saudí es el principal recurso de los
movimientos yihadistas radicales. Y también es el Estado fundamentalista
más extremadamente radical. Cuando los británicos gobernaban la región
prefirieron apoyar el islam radical en lugar del nacionalismo laico, y
cuando los estadounidenses tomaron el relevo siguieron la misma pauta. Tiene su
lógica, el islam radical es un aliado mucho más natural que el nacionalismo
laico. Este último siempre planteará la amenaza de que el Gobierno pretenda
usar los recursos del país para su propio pueblo. El islam radical tiene un
fanatismo propio, pero no se opone intrínsecamente al dominio imperial. Con
frecuencia se apoya en él.
La relación especial de
Estados Unidos con Israel, que es singular en lo que respecta a asuntos exteriores,
es de gran relevancia aquí. Las relaciones entre ambos países siempre habían
sido razonablemente cercanas, pero alcanzaron cotas insospechadas en 1967,
cuando Israel hizo un gran favor a Estados Unidos y a Arabia Saudita. A la
sazón se desarrollaba un importante conflicto: la guerra entre Arabia Saudita y
Egipto. Luchaban en Yemen, pero se trataba de un conflicto mucho más
amplio: ¿quién iba a ser la fuerza dominante en el mundo árabe
musulmán? Egipto era el centro del nacionalismo laico en el mundo
árabe, mientras que Arabia Saudita representaba al islam radical
fundamentalista.
Israel resolvió la
cuestión. Aplastaron los Estados nacionalistas laicos, Egipto y Siria, y
destruyeron el nacionalismo laico. No digo que fuesen Gobiernos particularmente
atractivos, pero los dirigían nacionalistas laicos. Y fue precisamente entonces
cuando cambiaron radicalmente las relaciones de Estados Unidos con Israel.
El Comité de
Actividades Públicas estadounidense-israelí (AIPAC), el principal grupo de
presión pro israelí en Washington, ha definido como una «derrota contundente»
el acuerdo nuclear con Irán. ¿Usted lo ve así?
Se trata de un caso
poco habitual. No solo el AIPAC se opuso al acuerdo, sino también,
sorprendentemente, el 100% de los republicanos. Se trata de un compromiso con
la disciplina del partido que no suele verse en política, con una excepción: el
antiguo Partido Comunista, donde todos tenían que seguir las mismas
directrices. Y eso indica que los republicanos han dejado de ser un partido
político en el sentido habitual.
¿Y por qué se oponían
al acuerdo con Irán? Hasta cierto punto, ponían en práctica el principio
fundamental del Partido Republicano desde que Obama salió elegido: destruir a
Obama y todo lo que pudiera considerarse un logro de su administración. Si
Obama no hubiese firmado el acuerdo, probablemente los republicanos habrían
estado a favor.
Su oposición también
guarda relación con la evolución de las bases republicanas. Como hemos
mencionado, no pueden conseguir votos con sus políticas actuales, dedicadas a
los intereses de los opulentos y del sector corporativo; de modo que han
movilizado a los cristianos evangélicos y a los nativistas extremos, así como a
los perjudicados por las políticas neoliberales de la última generación. A fin de
cuentas, los salarios de los trabajadores han vuelto a los niveles de
los años sesenta. La renta media de los hogares ha descendido y muchas personas
se sienten frustradas y enojadas.
Se trata de unas bases
que se movilizan con facilidad, sobre todo las que tienen un componente
religioso. En la actualidad, los evangélicos son probablemente la mayoría, o
están muy cerca de serlo, de la base del Partido Republicano. Para ellos, la
defensa de Israel contra el ataque musulmán es una cuestión de doctrina religiosa.
Es lo que dicta la Biblia, por lo que tienen toda una escatología al respecto.
Fue este grupo el que
salió derrotado por el acuerdo con Irán, pero sólo temporalmente. Los
republicanos tenían la mayoría en el Congreso, una mayoría sustancial. Obama
sólo consiguió sacar adelante el acuerdo con Irán porque la mayoría republicana
no podía vetarlo. Pero es incuestionable que los republicanos intentarán minar
los términos del pacto. Y quizá consigan implementar medidas –aumento de las
sanciones, quizá sanciones secundarias en otros países– que lleven a Irán a
retirarse del acuerdo. Es posible.
Eso no implica, no
necesariamente, el fin del acuerdo. Recordemos que no se trata de un pacto
entre Irán y Estados Unidos, sino entre Irán y el denominado P5+1, los cinco
miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania. Francia, por ejemplo,
ha establecido una misión comercial agrícola en Irán. Los franceses se
unen así a China e India, que durante años han encontrado diferentes formas de
esquivar las sanciones estadounidenses utilizando el trueque en lugar de las
finanzas, por ejemplo.
Casi todos los países
del mundo rechazan la oposición de Estados Unidos al programa de energía
nuclear de Irán. Los países no alineados han apoyado vigorosamente, desde el
principio, los programas nucleares iraníes. No se les tiene en cuenta en
Occidente, pero en realidad representan a la mayoría de la población mundial.
Es posible que Estados Unidos acabe totalmente aislado en este punto, lo que no
sería extraño pues ya sucede en otros muchos asuntos.
Se invirtieron millones
de dólares en una campaña de oposición al acuerdo que incluyó anuncios a página
completa en los principales periódicos y en televisión. No lo consiguieron.
Sí consiguieron
convencer a una mayoría sustancial del Congreso. También lograron modificar la
opinión pública. Si examinamos las encuestas, vemos que al principio el público
estaba a favor del acuerdo. A lo largo de los meses, con el avance de la
campaña de propaganda, el apoyó menguó. La última encuesta que vi mostraba unos
resultados de un 50% a favor y un 50% en contra, con una ligera ventaja de los
que se oponían. De manera que los contrarios al acuerdo sí consiguieron ganarse
el apoyo público, así como el del Congreso. No lograron vetarlo, pero
sí han llegado a un punto en que podrían desvirtuar el tratado mediante medidas
–como las sanciones– que ya están poniendo en práctica. Y no se
esconden. Han anunciado lo que van a hacer.
Si soportamos la
tortura de escuchar las primarias republicanas, el debate es el siguiente:
¿bombardeamos Irán en cuanto lleguemos al poder o –la posición moderada–
esperamos a la primera reunión del gabinete antes de bombardearlo?16 Afirmar
que el AIPAC y todo su entramado –no se trata únicamente del AIPAC– fracasaron
es un poco engañoso.
Se afirma que después
del acuerdo con Irán las relaciones Tel Aviv-Washington están en su punto más
bajo, que se ha abierto un cisma entre Israel y Estados Unidos. ¿Tiene algún
fundamento?
Muy poco. En
realidad, probablemente Obama es el presidente más pro israelí hasta la fecha,
aunque no lo suficiente para los extremistas. Se trata de algo
evidente que ya se observaba antes de su primera elección, como señalé en 2008
citando su página web. No tenía un historial muy abultado, pero una de las pocas
cosas que hizo como senador, y que promocionó como uno de sus auténticos
logros, guardaba relación con la invasión israelí de Líbano. Copatrocinó una
resolución en que exigía que Estados Unidos no obstaculizase el ataque israelí
a Líbano y que, además, castigaba a cualquiera que se opusiera. Eso es muy
extremo. Fue una invasión brutal.
Y como presidente
siguió por el mismo camino. En 2011, por ejemplo, vetó una resolución que
exigía la aplicación de la política oficial de EE.UU., que es que Israel no debe
extender los asentamientos. La expansión no es lo importante, por
supuesto; lo que importa de verdad son los asentamientos. Esta
resolución exigía que se detuviese la expansión y también señalaba que los
asentamientos son ilegales, algo que todos reconocen. Y Obama la vetó.
En el verano de 2015
ocurrió algo más importante si cabe, que apenas se menciona. Cada cinco años se
reúnen los participantes del Tratado de No Proliferación. La continuidad de
dicho tratado está condicionada a que se avance en establecer una zona sin
armas nucleares en Oriente Medio. Fue una iniciativa de los Estados árabes, que
han presionado considerablemente para conseguir una región sin armas de
destrucción masiva.
Israel, que tiene armas
nucleares, no ha firmado el tratado.
Israel, Pakistán e
India –todos ellos Estados con armas nucleares que reciben el apoyo de Estados
Unidos– no han firmado el tratado. Cada cinco años
se menciona el asunto en la reunión de miembros. En 2005, la administración
Bush se limitó a no participar. En 2010, Obama bloqueó cualquier discusión
sobre un Oriente Medio sin armas nucleares, y lo mismo hizo en 2015. Estados
Unidos da un pretexto u otro, pero todos saben que el verdadero motivo es
evitar que se inspeccione y supervise el armamento nuclear israelí. Es algo muy
grave. No sólo crea una gran inestabilidad en la región, sino que también puede
acabar con el Tratado de No Proliferación.
De modo que la postura
de Obama supone un gran apoyo para el dominio militar israelí en la zona. Como
Israel se ha escorado tanto a la derecha, algunas de las opiniones de Obama se
consideran hostiles, pero eso se debe a lo que ocurre en Israel.
Cambiemos de tema. ¿Qué
opina de la despenalización parcial de la marihuana en Colorado, Washington,
Oregón y California?
Ya era hora. La
criminalización de las drogas ha sido un desastre social. Es el
principal factor del inmenso aumento de los encarcelamientos. Estados Unidos se
encuentra a la cabeza del mundo en lo que respecta a encarcelar a la
gente. Se trata de un sistema profundamente racista, como se evidencia
en todo: desde las actividades policiales hasta las condenas. Y es
profundamente nocivo, incluso después de la liberación de los presos. Los
condenados por posesión de drogas, que es un delito no violento, no pueden
acceder a viviendas públicas ni conseguir empleo. Lo más racional es la
despenalización, al menos de las drogas blandas.
Pensemos en el tabaco,
que es más letal que la marihuana, más letal incluso que las drogas duras. El
consumo de tabaco ha descendido en función de la escala social, por lo que
ahora es más un asunto de clase. Comparado con hace veinte o treinta años, en
la actualidad es menos probable que las personas cultas, en cierto modo
privilegiadas, fumen. El tabaco no estaba criminalizado. Han sido los procesos
educativos los que han llevado a aspirar a una vida más sana, a mejores dietas,
etcétera, y la reducción del tabaquismo ha formado parte de dicho proceso.
¿Pondría en la misma
categoría al alcohol?
El alcohol también es,
en gran parte, una cuestión de clase. Es mucho más letal que las drogas. Además,
el alcohol y el tabaco no son sólo extremadamente nocivos para el consumidor,
sino también para los no consumidores. Si consumes marihuana, no perjudicas a
nadie más. Si bebes alcohol puedes volverte abusivo y violento. Hay numerosas
muertes de no bebedores debidas al alcohol –accidentes de tráfico, homicidios y
otros–. Sin embargo, el alcohol no está criminalizado; su uso se controla
mediante procesos educativos.
La encíclica del papa
Francisco sobre el medioambiente, Laudato Si’, generó cierto interés. En su
carta, el papa escribió: «El cambio climático es un problema global de graves
dimensiones», y nos advierte de «una destrucción sin precedentes de los
ecosistemas, con graves consecuencias para todos nosotros». Existe un movimiento
que aboga por renunciar a los combustibles fósiles. ¿Estas acciones llegan a
tiempo?
Estas acciones son
importantes, pero no se acercan, ni de lejos, a lo que debería hacerse. La
amenaza es mucho más grave de lo que se afirma. La literatura científica
describe un ritmo de destrucción que ya es espantoso y que en cualquier momento
podría volverse no lineal y aumentar bruscamente. Sin contar con eso, y
ciñéndonos únicamente a los procesos regulares que se predicen, es muy probable
que se produzca una subida del nivel del mar en un futuro no muy lejano. Sería
sumamente destructiva para países como Bangladesh, con sus llanuras costeras, y
ciudades como Boston, que en gran parte acabarían anegadas.
The Guardian afirma que «ExxonMobil,
la mayor petrolera del mundo, tenía constancia del cambio climático en fecha
tan temprana como 1981, siete años antes de que se hiciera público…». A pesar
de ello, en las décadas siguientes la compañía invirtió «millones en campañas
que negaban el cambio climático».
Es lo que cabe esperar
de una sociedad mercantil. Las corporaciones no son instituciones
benévolas. No pueden serlo, pues en tal caso no sobrevivirían. Se
dedican a obtener beneficios y a controlar el mercado. Ocurre lo mismo con el
sistema sanitario: si se deja en manos de compañías privadas, el objetivo de
éstas no será la salud, sino intentar hacer dinero con él.
Lo que me recuerda a
una pancarta que vi en Seattle durante las protestas «kayactivistas». Los
manifestantes intentaban inmovilizar una plataforma petrolífera de Shell que se
dirigía a perforar el Ártico. Una de sus pancartas rezaba: «Encontrar otro
planeta no es fácil». En términos de cambio climático, ¿qué pue den hacer los
ciudadanos, además de reciclar?
Reciclar vale la pena,
tanto por la acción en sí como por razones simbólicas. Se
parece a la desobediencia civil: quizá el acto no consiga ningún fin, pero
anima a que otros hagan más. Finalmente, sin embargo, tendremos que pasar de la
acción individual a la colectiva. En nuestro mundo eso significa que actúen los
Estados, y son las poblaciones las que deben obligar a los Estados a actuar.
¿Ve a las Naciones
Unidas como una entidad capaz de implementar tales cambios?
No, las Naciones Unidas
sólo pueden actuar si las principales potencias se lo permiten. No es una
agencia independiente. De modo que cuando nos preguntamos: « ¿Pueden actuar las
Naciones Unidas?», lo que en realidad estamos diciendo es: «¿Estados Unidos
permitirá que se actúe?».
Volkswagen ha admitido
que millones de sus automóviles usaron software para superar las pruebas de
emisión. Se ha descubierto que algunos automóviles GM tenían sistemas de
arranque defectuosos, un hecho que la compañía conocía y encubrió, lo que provocó
más de ciento veinte muertes. Laura Christian, la madre de una de las víctimas,
una joven de dieciséis años, declaró: «Aunque nada puede devolverme a mi hija,
necesitamos un sistema en que los ejecutivos de la automoción deban rendir
cuentas ante los ciudadanos, y no sólo por los beneficios corporativos».
No se trata únicamente
de los ejecutivos de la industria automovilística. Johnson & Johnson, la
gran empresa farmacéutica, se enfrenta a multas de miles de millones de dólares
por omitir información en el etiquetado de sus productos. Las instituciones
financieras pagan miles de millones de dólares en multas por robar al
ciudadano. Pero ésa es la naturaleza del capitalismo: intentar robar
todo lo posible. Se persiguen grandes beneficios y una de las formas
de conseguirlos es engañando. Y, si te descubren, pagas una multa; ése es el
coste de hacer negocios.
Pagan multas, pero
nunca van a la cárcel.
A medida que las
actitudes y las políticas neoliberales se extienden, aumenta la impunidad. No
siempre ha sido así. Si retrocedemos al escándalo de las cajas de ahorro del
mandato de Reagan, vemos que muchos de los responsables acabaron en la cárcel.
No ocurrió hace tanto tiempo.
Bernie Sanders ha
hablado de desigualdad salarial y de la depredación del sistema económico en
términos muy similares a los suyos. ¿Cuáles son sus posibilidades?
Es interesante
comprobar el gran apoyo ciudadano que está consiguiendo Sanders sin apenas
financiación. Evidentemente, Sheldon Adelson no le ha donado mil millones de
dólares.
Podemos cuestionarnos
muchas de sus propuestas, pero creo que está logrando que la población preste
atención a algunos asuntos de suma importancia. Probablemente está presionando
a los demócratas para que adopten una dirección algo más progresista.
No obstante, sus
posibilidades son muy limitadas en un sistema como el nuestro en que las
elecciones se compran, lo que equivale a una plutocracia. Es poco probable que
Sanders consiga abrirse camino en este sistema. Sin embargo, aunque lo lograra
por una suerte de milagro, tampoco podría hacer demasiado. No dirige una
organización política. No tendría congresistas. No tendría burocracia. No
tendría gobernado- res, ni legislaturas estatales… Le faltaría todo aquello que
puede contribuir al desarrollo de nuevas políticas.
La concentración del poder
privado es tan inmensa que podría bloquear a alguien que contase con todos esos
sistemas. Por tanto, las posibilidades de que Sanders consiguiese poner en
práctica medidas políticas relevantes serían mínimas, a menos que le apoyase un
gran movimiento político.
La auténtica esperanza
de la campaña de Sanders es que después de las primarias –supongo que no saldrá
nominado– el movimiento popular que lo apoya persista, crezca y se desarrolle.
Eso sería significativo.
De camino a su despacho
he hablado con otra docente del MIT. «Si pudiese hacerle una única pregunta a
Noam Chomsky, ¿cuál se ría?», le he dicho. Me ha respondido: «Pregúntele cómo
lo hace».
Los catedráticos,
seamos del MIT o de otras instituciones, somos personas muy privilegiadas.
Tenemos una vida bastante acomodada y un grado razonable de seguridad. Tenemos
formación y recursos. Disfrutamos de una de las escasas profesiones en que en
gran medida somos dueños de nuestro trabajo. Podemos decidir trabajar setenta
horas a la semana, pero son nuestras setenta horas. Aunque debemos cumplir con
algunos compromisos, gran parte de lo que hacemos es trabajo que elegimos. Se
trata de algo muy poco habitual en el mundo. Sí, nos enfrentamos a problemas y
obstáculos, y uno puede quejarse de esto o de aquello, pero las oportunidades
son enormes, en comparación con las de la mayoría de la gente.
Recientemente regresó a
Filadelfia, su ciudad natal. ¿Qué le pareció?
Mi esposa Valéria
quería ver el entorno donde me había criado. No ha cambiado demasiado.
¿Sus padres eran muy
estrictos con usted?
¿Estrictos? Únicamente
en aquello que les importaba. Mi padre, por ejemplo, insistía en que tuviésemos
buenos modales en la mesa. Sólo podíamos tomar dos helados a la semana.
Asistíamos a la escuela hebrea, a la sinagoga y demás. No es que fueran
particularmente estrictos, pero sí había reglas.
¿Cómo se llevaba con su
hermano menor, David?
Mi escepticismo sobre
el mundo adulto y el reconocimiento de su irracionalidad se formó cuando mi
hermano tendría un par de meses. Mi madre me había contado lo divertida que
sería la llegada de un hermanito, tener a alguien con quien jugar. Y luego
apareció aquella cosa que no hacía más que llorar, interponerse en mi camino y
monopolizar la atención de mi madre. Me sacaron de mi habitación y tuve que
dormir en un sofá del estudio. No le veía la gracia.
Un día fuimos al paseo
marítimo de Atlantic City y vimos a un organillero con un mono. El mono era
fantástico, hacía unas cosas increíbles. Le pregunté a mi madre: «¿Por qué no
cambiamos a mi hermano por el mono?». No me dio ninguna respuesta razonable,
sólo se echó a reír. Y entonces comprendí cuán ridículo es el mundo de los
adultos, porque aquel intercambio me parecía de una lógica aplastante.
Pero después nos
llevamos bien como hermanos; jugamos juntos y demás.
Hace un tiempo me dijo
que tenía malos genes y que no esperaba vivir mucho. Cumplirá ochenta y siete
años en diciembre. ¿Cómo ha conseguido engañar a la naturaleza?
No hago nada especial.
Ni ejercicio ni ninguna de esas cosas que se supone que debemos hacer.
A medida que
envejecemos aparecen dolencias y limitaciones. ¿Cómo las gestiona mientras
sigue trabajando al ritmo habitual?
Algunas dolencias
menores son de esperar, pero han pasado a un segundo plano desde que conocí y
me casé con Valéria, que ha renovado mi vida.
Se lo preguntan
inevitablemente en muchas entrevistas: ¿qué le da esperanza?
Las personas que se
entregan y luchan, con frecuencia teniéndolo todo en contra –no como nosotros–,
con el fin de crear espacios decentes para la vida y un mundo mejor. Ellas son
mi fuente de esperanza.
¿Qué importancia le da
a la solidaridad y a la cooperación?
Sin ellas no hay nada.
Individualmente, en una sociedad atomizada, apenas existe la posibilidad de
actuar. Se puede ir en bicicleta en lugar de en coche, pero eso es como querer
derribar una montaña de un soplo. Si queremos cambiar las cosas, tendrá
que ser mediante la cooperación, la solidaridad, la comunidad y el compromiso
colectivo. Así ha sido siempre en el pasado y no hay razones para
pensar que vaya a ser distinto en el futuro.
https://gatopardo.com/arte-y-cultura/malestar-global-noam-chomsky/
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