Capitalismo, geopolítica y pandemia
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Con bombos y
platillos se anunció hace unos meses que el fin de la pandemia significaría un
“nuevo comienzo”, algo bastante indefinido que evidentemente para América
Latina ya no se producirá en este 2021 toda vez que la mutación del virus ha
producido novedosas variantes que tienen a Brasil como su epicentro más reconocido
ante la alarma de la OMS que ha declarado la emergencia sanitaria para toda la
región.
Por otra parte,
hasta el momento la vacunación en América Latina y el Caribe alcanza al 2,8% de
su población, mientras que en el mundo llega a 3,5%. Esa cifra es muy baja si
nos atenemos a que la población de la región es 8,1% del total del planeta.
Esto da cuenta de cómo el proceso de inoculación se ha concentrado en muy pocos
países.
Tal vez ningún
hecho de la historia de los últimos 250 años como el manejo de la pandemia y en
particular la producción y distribución de las vacunas para contrarrestar el
virus, haya evidenciado con tanta transparencia el verdadero talante de la
sociedad capitalista.
Para los que
todavía no logran determinar la nimia importancia que la vida humana y la paz
tiene para las empresas transnacionales y las potencias capitalistas, basta
hacer una revisión de las condiciones que se imponen para el suministro de las
vacunas.
Se ha sabido que la
farmacéutica estadounidense Pfizer ha intimidado a los gobiernos
latinoamericanos en las negociaciones para venderles la vacuna contra el
Covid-19. Pfizer exigió a algunos países que pongan activos soberanos, tales
como edificios de embajadas y hasta bases militares en calidad de garantía para
reembolsar los costos de cualquier futuro litigio.
Estos requisitos
impuestos en la “negociación” llevaron a que Argentina y Brasil rechazarán
comprar la vacuna de esta empresa. No obstante, los acuerdos para obtenerla
están cubiertos por cláusulas de confidencialidad que se han hecho públicas por
el escándalo que significa que Pfizer obligara a una serie de indemnizaciones
contra reclamaciones civiles, tanto por efectos adversos de la vacuna como por
su propia negligencia.
Es así, que la
empresa estadounidense exige que sean los gobiernos quienes paguen los costos
potenciales de los juicios civiles que se puedan iniciar por negligencia,
fraude o malicia. Esto incluye la garantía de las empresas que se cubren para
el caso en que bajo su responsabilidad se interrumpa la cadena de frío, se
entreguen las vacunas incorrectas o si las mismas se dañan. También, si se
provoca la muerte, discapacidad o una enfermedad anexa al paciente. Es decir,
son los gobiernos los que deben pagar por los errores de las empresas si los
primeros entablan una reclamación formal ante la justicia.
Estas condiciones
que ponen en primer lugar los intereses de las empresas y en un segundo plano
la salud de los ciudadanos fueron aceptados por Chile, Colombia, Costa Rica,
República Dominicana, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay gobernados por la derecha
neoliberal y lamentablemente también por México, sin que se conozcan con
certeza los términos de los acuerdos.
De otra parte, y en
una actitud francamente distinta, el Ministerio de Relaciones exteriores de
China ha anunciado que su país seguirá promoviendo una distribución equitativa
de las vacunas, poniendo en primer término la seguridad y eficacia de las
mismas, por lo que ha instado a las empresas productoras del país a llevar
adelante las investigaciones y desarrollo de las vacunas en estricta aprobación
de los métodos científicos y los requisitos reguladores.
De la misma manera,
China se ha comprometido a hacer de las vacunas contra el COVID-19, bienes
públicos mundiales y ha proporcionado o está proporcionando ayuda en vacunas a
53 países, al mismo tiempo que farmacéuticas chinas han exportado o están
exportando los medicamentos a otros 27 países, entre ellos 11 de América Latina
sin ningún tipo de condicionante.
En esta situación,
la colonialidad y el eurocentrismo han permeado los debates acerca de la “nueva
normalidad”. Para América Latina y en general para los pueblos del sur, hablar
de ello es rebobinar el discurso de la dominación y el control de las
potencias. De esta manera, “nueva normalidad” dice relación con un discurso que
se es propio del norte, a su seguridad y estabilidad en detrimento del sur que
otra vez es visto como un estorbo para el logro de los objetivos trazados por
Washington, Bruselas o Londres.
Dicho de otra
manera, el concepto de “nueva normalidad” para unos, está asociado con el de
“riesgo” para ellos, lo cual implica nuevos métodos de control y explotación
para la mayoría del mundo. En esa medida, esta idea vincula la necesidad de
sobrevivencia de Estados Unidos y Europa como potencias dominantes a cualquier
costo, incluyendo el de la vida de millones de ciudadanos.
Este entorno ha
conducido a un reposicionamiento de la globalización desde otra perspectiva
toda vez que el virus se ha instalado en todas las latitudes y longitudes del
planeta, mostrando la putrefacción en las entrañas del sistema, cuando sin
importar la salud de la humanidad han concentrado en 10 países más del 90% de
las vacunas hasta ahora producidas, incluso llegando a tener en algunos países
como Canadá cantidades 5 veces superiores a la de las necesidades de su
población.
La globalización de
la pandemia hizo sentir por primera vez a los pueblos de los países del norte,
la miseria de las políticas de sus gobiernos, percibiendo los miedos, las
angustias y las amenazas cotidianas que viven los países del sur. Eso, sin
llegar a los extremos que por ejemplo expresan las políticas del gobierno de
Estados Unidos que prohíbe a los laboratorios -so riesgo de sanciones- venderle
vacunas a Venezuela e impedir que los recursos robados y retenidos del país
puedan ser utilizados para la obtención de la vacuna.
Hoy, ya es posible
predecir que se producirán cambios trascendentes en términos geopolíticos, los
que ya estando en curso a comienzos de 2020, fueron acelerados por la pandemia.
El más importante de todos es el fortalecimiento de la potencialidad económica
de China y su creciente capacidad de inserción en la problemática mundial.
Por otro lado, la
pandemia ha hecho evidente la distancia entre la periferia y los centros de
poder mundial, cuando estos, lejos de aprovechar el nefasto evento como lugar
de encuentro humanitario en salvaguarda de la vida a través de la cooperación y
el encuentro, han privilegiado los intereses de lucro que anuncian una mayor
profundización de las diferencias en un mundo en el que el sistema capitalista
ha mostrado su total incapacidad de conducir el proceso de enfrentamiento,
lucha y derrota del virus.
En este contexto,
el sistema multilateral ha puesto en evidencia notorias imperfecciones e insuficiencias,
comenzando por el accionar de la propia Organización de Naciones Unidas (ONU)
que se ha visto incapaz de manejar y conducir el proceso, ya sea por debilidad,
subordinación o temor a la furia de las potencias y laboratorios que ven
mermados sus negocios.
De la misma manera,
los únicos bloques regionales y subregionales que han sido capaces de articular
políticas conjuntas han sido los asiáticos, el resto se ha perdido en actitudes
particulares de los gobiernos y en acuerdos secretos que ocultan complicidad,
subordinación y defensa de los grandes laboratorios transnacionales. En
particular, en este aspecto, América Latina ha sido señera – una vez más- en
mostrar las debilidades de sistemas de salud marcados por prácticas
neoliberales que exponen la cara visible de oligarquías que no escatiman en
sacrificar vidas cuando se trata de defender sus mezquinos intereses de grupo o
sector.
Lo cierto es que el
manejo de la pandemia, las prioridades en la atención de los ciudadanos para la
salvaguarda de su vida, la decisión sobre la utilización de recursos de todo
tipo para enfrentar el virus y la producción y distribución de la vacuna puso
sobre el tapete los fundamentos filosóficos sobre el cual los gobiernos se
preocupan o no de garantizar el derecho a la salud y a la vida de todos los
ciudadanos como mandata la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la
ONU.
https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/2021/03/capitalismo-geopolitica-y-pandemia.html
Si del interés nacional
de Estados Unidos se trata…
Por Sergio
Rodríguez Gelfenstein
Nunca estuvo en mi
intención dar continuidad inmediata al artículo de la semana anterior, sin
embargo la inusitada cantidad de mensajes recibidos de parte de los lectores
por una parte, y la constatación a través de un hecho relevante de la certeza
del análisis por otra, me han obligado a hacerlo.
No se trata de
fanfarronería ni auto elogio, más bien pienso que, sin saberlo me adelanté una
semana al mejor contexto para documentar, la idea si nos atenemos a las
declaraciones de la vocera de la Casa Blanca Jen Psaki quien ha confirmado la
hipótesis planteada a través de una declaración oficial del gobierno de Estados
Unidos respecto del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en Estambul,
crimen que según un informe hecho público por los servicios de inteligencia de
Estados Unidos fue perpetrado por el heredero de la corona saudí y gobernante
de facto de ese país Mohamed Bin Salman.
En una revelación insólita, durante una entrevista con CNN la vocera Psaki afirmó que: "Históricamente, […] no hubo sanciones impuestas contra los líderes de los gobiernos extranjeros donde tenemos relaciones diplomáticas e incluso donde no tenemos relaciones diplomáticas".
http://sergioro07.blogspot.com/
Interés
nacional vs. Ideología. ¿Qué mueve al mundo?
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
A lo largo de la
historia de las relaciones internacionales, el interés nacional ha sido el
principal mecanismo sobre el cual se construyen los fundamentos de la política
exterior. Aquellos que han logrado darle razón de Estado a esos componentes
–elevándose por encima de los vaivenes que suponen los cambios de la
contingencia política generada por intereses de partidos o grupos- han podido
perseverar en el logro de sus objetivos estratégicos.
Sin embargo,
durante un pequeño período de la historia esto no ocurrió así. Fue durante la
etapa que inició la revolución de octubre en 1917 en Rusia y que duró hasta la
penúltima década del siglo pasado cuando el elemento ideológico se convirtió en
el eje sobre el cual giraban las relaciones internacionales en el planeta.
Sobre todo, después
de la segunda guerra mundial, el mundo se organizó a partir de la dicotomía
socialismo-capitalismo. Una vez fenecida la URSS tras su colapso y
desaparición, el interés nacional volvió a tener el papel relevante que siempre
tuvo hasta que los bolcheviques llegaron al poder. Hablo de interés nacional,
por supuesto entendiendo que la nación es la posesión más preciada de las
oligarquías, por lo cual en torno a ella se han agrupado los objetivos
superlativos a lograr para el control de la sociedad, siendo más fuerte que
cualquier beneficio, incluyendo el familiar, religioso, étnico u otro
cualquiera. En el fondo, al referir el interés nacional, se está hablando del
interés de la clase que ostenta la nación. Esa etapa es la que estamos atravesando
ahora.
http://sergioro07.blogspot.com/
“Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. Simón Bolívar
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
La Unión Europea ha dejado de reconocer a Guaidó, lo mismo han hecho
República Dominicana y Panamá. Ya sólo alrededor de 25 países sostienen la
farsa. Están esperando que Estados Unidos dé la señal para que la luz se apague
definitivamente en la madriguera de quienes violando la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y el derecho internacional, inventaran un
subterfugio para apropiarse de recursos y bienes que pertenecen a todos los
venezolanos.
Esta trama urdida
en Washington por mentes criminales de las que ya nadie se acuerda, tuvo
efímera existencia real en Venezuela, mientras que en el exterior se mantuvo
hasta hoy, gracias a las amenazas de Trump a países conducidos por gobiernos
débiles y cobardes que se dejaron chantajear por el ex presidente de Estados
Unidos y sus adláteres.
Estos países,
creyendo que la potencia militar de Estados Unidos y la capacidad de los medios
trasnacionales de comunicación para fabricar noticias falsas bastaba para
derrocar al gobierno de Venezuela, se embarcaron en una política que de la
forma más impúdica y desvergonzada el ex canciller de España y actual Alto
Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad
Josep Borrel denominó “innovación del derecho internacional”, cuando en
realidad se trababa de la violación de las más elementales normas jurídicas que
regulan las relaciones entre los Estados.
Partían del
supuesto de que el pueblo de Venezuela iba a ser incapaz de resistir el robo de
sus recursos financieros y sus activos, las medidas económicas unilaterales de
presión, los actos terroristas, las invasiones terrestres y marítimas desde
Colombia, el sabotaje contra los servicios públicos, el bloqueo al comercio
petrolero, la imposibilidad de realizar operaciones financieras en el exterior,
el secuestro y asesinato de nacionales y muchas otras operaciones de
desestabilización, algunas abiertas y otras reservadas que aún no se pueden dar
a conocer para proteger las fuentes. Se equivocaron rotundamente.
Bolívar en su
ejecutoria nos enseñó el camino de la perseverancia, la voluntad y la confianza
en el pueblo. Él supero la pérdida de la primera y segunda república, el
terremoto de 1812, la derrota, el exilio, el desamparo, la ausencia de ayudas
del exterior, la traición, los intentos de asesinato e incluso la incapacidad
de muchos jefes de entender su pensamiento estratégico. No por casualidad se
autodenominó en carta a Santander de 1825, como el “hombre de las
dificultades”. Al final venció al más poderoso ejército que España envió a
América, liberando y creando cinco naciones.
De la misma manera,
el Comandante Hugo Chávez sembró para siempre en el pueblo venezolano el valor
de la lealtad y la firmeza, la capacidad de vencer los contratiempos, fue
derrotado el 4 de febrero, fue a la cárcel por ello, pero regresó para
construir una impresionante fuerza electoral que le permitió dar continuidad al
ideal del Libertador y reiniciar el proceso de transformación de Venezuela.
Somos hijos de
Bolívar y de Chávez, no conocen de nuestro temple y amor a la patria. Hace 200
años, pueblo y ejército unidos propinaron en Carabobo una contundente y
definitiva derrota al colonialismo español. No va a ser un fantoche
teledirigido desde Washington y 56 países sumisos los que puedan torcer el
destino de nuestro país.
No somos
belicistas, nuestro ejército ha salido del territorio nacional sólo una vez a
lo largo de toda la historia republicana. Fue a partir de 1819 para -bajo el
mando de Bolívar y Sucre- dar independencia y libertad a otras naciones
hermanas. Pero sí somos guerreros cuando de la defensa de nuestro territorio y
nuestra soberanía se trata. Mientras tanto, hemos construido el país y nos
hemos relacionado con los demás enarbolando principios de paz que Chávez
transformó en doctrina de Estado
El pueblo
venezolano no olvidará esta afrenta de países que aún hoy tibiamente retoman el
camino del derecho al ser incapaces de resolver el entuerto ilegal en el que se
metieron y hacer ante el ridículo internacional tras haber conducido a sus
propios pueblos a la afrenta y la ignominia, siguiendo los designios perversos
emanados de la mente afiebrada de Trump, al que ahora desprecian públicamente,
cuando durante cuatro años la acataron con lambisconería indecente y lealtad
perruna
Venezuela
continuará su ruta, sabemos perfectamente que una cosa son los gobiernos y otra
los pueblos, de quienes recibimos muestras extraordinarias de solidaridad y
afecto, sobre cuando comenzaron a verificar que eran objeto de soez engaño y
brutal quimera.
Leales a nuestra
diplomacia bolivariana de paz que se ciñe a los preceptos que nos legara el
Libertador, continuaremos la ruta trazada con la paciencia infinita que da la
convicción de transitar el camino correcto y la impaciencia desesperante por no
ser capaces de hacerlo mejor y más rápido.
Deben saber estos
57 países, los que se han arrepentido y los que aún continúan atados al mandato
de Washington, que nuestra confianza en el futuro se sustenta en el legado de
la diplomacia que nos dejara el Libertador: altura de miras y firmeza de
principios sin caer en las bajas pasiones que la grosería, la ofensa y el
irrespeto al pueblo venezolano suponen el poder militar y económico de quienes
se asumen como nuestros enemigos.
En carta del 7 de
octubre de 1818 dirigida al diplomático estadounidense Juan Bautista Irvine, el
Libertador lo refuta con solidez patriótica y republicana y le hace saber
nuestra decisión de luchar hasta morir o vencer. Dijo el
Libertador:
“Quisiera terminar
esta nota desentendiéndome del penúltimo párrafo de la de V. S. porque siendo
en extremo chocante e injurioso al Gobierno de Venezuela, sería preciso para
contestarlo usar del mismo lenguaje de V. S. tan contrario a la modestia y
decoro con que por mi parte he conducido la cuestión. El pertinaz empeño y
acaloramiento de V. S. en sostener lo que no es defensible [sic] sino atacando
nuestros derechos, me hace extender la vista más allá del objeto a que la ceñía
nuestra conferencia. Parece que el intento de V. S. es forzarme a que reciproque
los insultos: no lo haré; pero sí protesto a V. S. que no permitiré que se
ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos
contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra populación y el
resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela
combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la
ofende”.
Abrams, despide a tu presidente
porque no pudiste despedir al mío
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
En una
comparecencia en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados
Unidos el pasado 4 de agosto, el representante de la Casa Blanca para asuntos
sobre Venezuela, Elliott Abrams, dijo que su país estaba «trabajando duro» para
que Nicolás Maduro abandone la presidencia del país sudamericano antes de que
culmine el año.
Abrams, cuya
trayectoria permite caracterizarlo que puede ser caracterizado como lo que en
Estados Unidos se llama “looser”, es decir un perdedor, una vez más fracasó en
Venezuela. Hoy 20 de enero, Nicolás Maduro continúa en Miraflores mientras que,
quien se va, es Donald Trump, jefe de Abrams.
En la audiencia
antes mencionada denominada: “Venezuela en las garras de Maduro: evaluando el
deterioro de la seguridad y la crisis humanitaria”, Abrams afirmó que esperaba
que Maduro “no sobreviva a [este] año” agregado que “estaban trabajando duro
para que eso suceda». Pues parece que o no trabajó muy duro y se conformó con
creer las fantasías que le dibujaba la trasnochada oposición venezolana o, a
pesar de trabajar muy duro, el pueblo venezolano, su gobierno y sus fuerzas
armadas le ganaron la partida.
En la misma
comparecencia, este delincuente condenado por el escándalo “Irán–Contras”
mientras servía al gobierno de Ronald Reagan, señaló que la caída de Maduro
dependía del rechazo de los venezolanos a los resultados de las elecciones
parlamentarias que se hicieron en diciembre pasado. Lo cierto es que
en Venezuela sí hubo elecciones, sí se eligió una nueva Asamblea Nacional y ya
Nicolás Maduro acudió a ella para entregar la memoria y cuenta de su gestión
del año 2020, cosa que Trump no podrá hacer.
En una entrevista
previa que había dado el 22 de abril a la periodista Elizabeth Fuentes
publicada en el portal El Cooperante, Abrams había diseñado algunas pautas de
su plan para Venezuela. Entendiendo que no es posible un futuro para el país
sin la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y a pesar de todas las
derrotas que ésta le propinó a la estrategia imperial, Abrams recurrió a sus
bajos instintos al afirmar que “Una Venezuela con el Fondo Monetario, el Banco
Mundial, los Estados Unidos y la Unión Europea será un país más rico para [la FANB]
también”. Es evidente que en Harvard y en la London School of Economics donde
estudió este recalcitrante sionista no le enseñaron historia de Venezuela.
A continuación, la
periodista le preguntó “¿Si esos militares daban un golpe, Estados Unidos los
apoyaría?”, su respuesta fue negativa por que, según él, Estados Unidos estaba
en contra de todos los golpes militares argumentando que: “Según la ley en los
Estados Unidos, no tenemos el derecho de dar un centavo de ayuda económica a un
país donde hay un golpe militar”.
Ahora, la cosa se
puso más grave, porque una cosa es que no conozca la historia de Venezuela y
otra que no domine la de su propio país. No alcanzaría el espacio de este
artículo para nombrar todos los golpes de Estado que a través de la historia
Estados Unidos ha organizado y financiado en todo el mundo para después
sostener militar, política, diplomática y económicamente a los gobiernos que
han emergido. Solo para recordar los más recientes durante este siglo: Haití
2004, Honduras 2009, Paraguay 2012, Brasil 2016 y Bolivia 2019, por no
mencionar los fallidos en Venezuela 2002, Ecuador 2010 y Nicaragua 2018 en los
que no pudo concretar sus objetivos.
A continuación
sinceró la posición de Estados Unidos para dejarle claro a los soñadores que
aún creen que Biden es distinto a Trump. Al respecto, Abrams dijo que tenía la
impresión de que demócratas y republicanos compartían la misma posición
respecto de Venezuela. Para que no hubiera dudas, consagró que: “Cuando hablo
con los líderes del partido demócrata en el Senado o la Cámara, no hay
diferencias en la política nuestra en relación con Venezuela”.
Creía que era muy
difícil que en Venezuela hubiera elecciones parlamentarias en diciembre, pero
si llegaban a realizarse, hizo público su sueño más deseado:”… fácilmente Juan
Guaidó podría ser electo de nuevo…”.
Al final, para no
ser menos, y hacer patente el tradicional talante agresivo e imperialista, se
acogió a la consabida amenaza que trae la declaración de cualquier funcionario
imperial. Ante la interrogante de la periodista sobre una probable invasión
militar a Venezuela dijo que: “Todas las opciones existen y no se trata de una
política nuestra. Es un hecho, que en el mundo real tenemos las fuerzas
militares más poderosas y eficientes del mundo…”
Que sean las más
poderosas nadie lo pone en duda, pero ¿las más eficientes?… a ver, quisiera
recordar por ejemplo, la chapucería del desembarco en Normandía en 1944 que
Hollywood ha querido transformar en un éxito superlativo, la resistencia y
victoria de Corea en 1953, la derrota que les propinaron en Vietnam en 1975 y
en Playa Girón ,Cuba en 1961, la ridiculez de los “súper SEALS”,
fuerzas especiales de la Armada en la pequeña isla de Granada en
1983 cuando se ahogaron porque se lanzaron en paracaídas en el mar cuando
pensaban que lo estaban haciendo en tierra, el derribo de los helicópteros
Black Hawk en Somalia en 1993.
Y más
recientemente, la derrota de Israel en el Líbano en 2006, el fracaso de su
intervención militar y el empantanamiento en Afganistán desde 2001, la
unanimidad que aprobó el parlamento de Irak para solicitar su salida del país
en 2019 donde existe un gobierno de mayoría chií aliado de Irán, su incapacidad
de derrocar al gobierno de Bashar el Assad en Siria, el desastre de la
intervención militar saudí en Yemen, la imposibilidad de amedrentar
militarmente a China o a Rusia y por supuesto, la continuidad del gobierno
bolivariano en la conducción de los destinos de Venezuela a pesar de que
Estados Unidos mantiene bajo chantaje a los gobiernos de Colombia, ocultando
los expedientes que conserva de cada uno de los mandatarios donde consta su
alianza con el narcotráfico y/o el paramilitarismo a cambio de obligares
a instalar bases militares para rodear a Venezuela, de la misma
manera que ha emplazado barcos de la OTAN en el Caribe para impedir
que lleguen alimentos, medicinas y combustibles al país.
¿De cuál eficiencia
habla Abrams? Acepto que hable del poder basado en los grandes recursos que
posee y que hacen que el país mantenga un gigantesco déficit presupuestario que
con el correr del tiempo se hará in manejable produciendo la caída del imperio
como ha ocurrido siempre a través de la historia.
En el caso de
Abrams, sólo se puede hablar de un discurso que emerge de su profundo y
enfermizo odio hacia los pueblos, que sin embargo han ido perdiendo el miedo y
hoy, lo envían –una vez más- al estercolero de la historia de donde nunca debió
haber salido y que solo evitó por el indulto que le concedió George H. W. Bush.
Allí podrá encontrarse con Macri, Peña Nieto, Kuzcinski, Vizcarra, Cartes,
Temer, Varela y otros, esperando que pronto recalen Uribe, Duque, Santos,
Bachelet, Piñera, Bolsonaro y Juan Orlando Hernández para seguir
soñando con la destrucción de Venezuela.
No sé si la
política bipartidista que menciona Abrams lo mantendrá en el cargo, caso
contrario, tendrá tiempo suficiente para estar con sus nietos y acariciarlos
con sus manos llenas de sangre. Pero, si los demócratas no quieren cargar con
su historial de derrotas y fracasos, podremos decir que lo único bueno de este
cambio de gobierno en Estados Unidos es desprendernos de la obligación de tener
que lidiar con el fascismo extremo que encarna este personaje junto a Pence,
Pompeo, Mnuchin y otros que si están forzados a irse.
Vendrán otros, que
incluso podrían ser peores, pero nadie duda que al menos por un día, mientras
se hacen cargo, el mundo podrá respirar un ambiente más sano y saludable. Por
nuestra parte, aquí estamos y aquí seguimos.
https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/2021/01/abrams-despide-tu-presidente-porque-no.html
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